La investigación publicada en Nature está acompañada de un artículo firmado por los bioeticistas Stuart Youngner e Insoo Hyun, de la Facultad de Medicina de la Universidad Case Western Reserve, en Cleveland (Ohio, Estados Unidos) (ver editorial). Youngner y Hyun plantean las implicaciones que el modelo de perfusión ideado en la Universidad de Yale podría tener para la obtención de órganos destinados a la donación en asistolia.
Beatriz Domínguez-Gil, directora general de la Organización Nacional de Transplantes (ONT), ha respondido a este cuestionamiento bioético con contundencia: “Las dudas que plantea el comentario bioético en relación al trasplante de órganos no deberían existir, pues lo que se está cuestionando es el diagnóstico de muerte y me parece perjudicial establecer esa vinculación, porque la donación siempre es posterior al fallecimiento del paciente”.
Sin restar importancia al hallazgo, Domínguez-Gil subraya que “la terapia innovadora recupera determinadas funciones de células del cerebro, pero de ninguna manera se consiguen restablecer las funciones integradas de las estructuras cerebrales, que es lo que podemos considerar equivalente a la vida”.
Afirma que, por ahora, la investigación “no modifica en absoluto ni en España ni en ningún país los criterios diagnósticos de fallecimiento”, y que, además, “nuestro país es uno de los pocos donde estos criterios están recogidos por ley [Real Decreto 1723/2012] y desarrollados en protocolos”.
En definitiva, considera que el único debate que plantea esta investigación es “¿cuánto más se puede hacer por una persona para salvarle la vida?”. Y añade: “Hay guías y estándares internacionales para la resucitación cardiopulmonar y el tratamiento del paciente con daño cerebral catastrófico. Solo cuando ha fallecido la persona o en el momento en que se haya decidido parar la reanimación se cuestiona si puede ser donante o no. Nunca antes. No hay una dicotomía de si puede ser donante o puedo luchar por su vida; tengo que luchar por la vida y luego se verá”.
Juan Carlos Portilla, vocal del Comité de Ética y Deontología de la Sociedad Española de Neurología, reconoce que “la investigación desmonta el dogma de que las células cerebrales morían en poco tiempo en estado de anoxia y que eran irrecuperables, lo que abre cuestiones éticas que irán por detrás del avance científico”. En todo caso, Portilla deja claro que “todo es muy preliminar, que puede ser una revolución o un avance tímido”.
Por su parte, Federico de Montalvo, presidente del Comité de Bioética de España, reconoce que este hallazgo revive el debate sobre el concepto de muerte, que “ha ido cambiando en función de nuevos avances científicos”. Aunque reafirma que se trata de una investigación en una fase temprana, sin embargo, obliga a “una reflexión sobre la criterios para certificar una muerte, sin poner en duda los actuales”, apunta.
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