Este año en el Congreso de la Sociedad Europea de Cardiología (ESC2019) celebrado en París se han actualizado varias guías de práctica clínica , entre las que José Luis Zamorano, jefe del Servicio de Cardiología del Hospital Ramón y Cajal, de Madrid, y vicepresidente de la ESC, destaca la referente a los lípidos. “Establecen de forma clara que el objetivo de bajar el colesterol LDL deja de ser una hipótesis para pasar a ser un concepto sólido”, ha explicado a DM. Y van más allá: “No solo hay que cuidar el LDL sino que hay que incidir en un estilo de vida cardiosaludable. Tenemos que transmitir a los pacientes que deben seguir un estilo de vida sano y activo”, en el que, por descontado, el tabaco no tiene cabida y hay que reducir al máximo su exposición. Con respecto a la dieta se recomienda seguir una que sea baja en grasas saturadas y sal, y rica en productos integrales, verduras, fruta y pescado.
La actividad física también ocupa un lugar destacado con dos pautas muy concretas: de 210 a 420 minutos a la semana de ejercicio moderado o entre 30 y 60 minutos al día, la mayor parte de los días de la semana. También es clave vigilar el peso, con un índice de masa corporal (IMC) recomendado que se sitúa entre 20 y 25 y un perímetro de cintura menor de 94 cm en varones y de 80 en mujeres. La presión arterial no debe superar 140/90 mmHg.
Con el colesterol LDL, apunta Zamorano, sí que hay que ser muy estrictos. En los pacientes con muy alto riesgo cardiovascular las cifras se deben situar en menos de 55 mg/dL y menos del 50% respecto a niveles basales; en los de alto riesgo, menos de 70 mg/dL y menos del 50% respecto a niveles basales; en los de riesgo moderado, 100 mg/dL, y en los de bajo riesgo, 116 mg/dL.
Al hablar de cifras de colesterol total, no existe un objetivo claro, aunque se ha visto que niveles menores de 150 mg/dL indican un riesgo cardiovascular menor. Con las cifras de diabetes se establece una HbA1c < 7%.
En opinión del especialista, estas guías representan que “disponemos de unas directrices claras para el manejo de nuestros pacientes. Ahora queda aplicarlas e implantarlas en la clínica”.
No obstante, hay que destacar que la reducción del LDL no debe ser igual en todos los grupos poblacionales (edad, factores de riesgo, comorbilidades). “Hay que saber qué riesgo cardiovascular tiene cada paciente y, de acuerdo con ese riesgo, establecer las pautas más adecuadas para manejar el nivel de LDL. Por ejemplo, en un paciente que ha tenido un infarto agudo de miocardio o un accidente cardiovascular se debe reducir mucho el LDL y llegar a un objetivo de menor de 55 mg/dL y menor del 50% respecto a sus niveles basales. Esto no es igual en pacientes jóvenes sin enfermedad previa”.
Una de las grandes novedades de las guías también han sido los inhibidores PCSK9, tal y como señala Zamorano. “Se establecen como indicación clase I en los pacientes en los que no se logra el objetivo terapéutico tras el uso de estatinas y combinación de éstas con ezetimibe. Es sin duda remarcable que desde 2016 a 2019 estos fármacos han pasado en ocasiones de indicación IIb a indicación clase I, que traslada la gran investigación y resultados que se están obteniendo en este campo”.
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