A comienzos de 2015, Cristian Tomasetti y Bert Vogelstein, de la Universidad Johns Hopkins, encendieron una polémica mundial cuando publicaron en Science un artículo titulado “La variación en el riesgo de cáncer entre tejidos puede explicarse por el número de divisiones de las células madre”, que el resumen de prensa emitido por el centro tradujo como “La mala suerte de las mutaciones aleatorias desempeña un papel predominante en el cáncer”. En síntesis, concluía que dos tercios de los tumores se deberían a la ‘mala suerte’, y un tercio a factores ambientales (tabaco, alcohol, dieta, contaminación) y hereditarios. “Todos los tumores están causados por una combinación de mala suerte, entorno y herencia; hemos creado un modelo que ayuda a cuantificar cómo estas tres circunstancias contribuyen a su desarrollo”, explicaba Vogelstein, descubridor de varios oncogenes y Premio Príncipe de Asturias de Investigación en 2004.
Para los epidemiólogos y organismos de salud pública, la provocación de Vogelstein restaba fuerza a las campañas para dejar de fumar y de beber (alcohol), para hacer más deporte y comer menos carne roja. Curiosamente, esa percepción de la ‘mala suerte’ como causa del cáncer está muy arraigada en la opinión pública, según ha comprobado una encuesta en la que han participado la Universidad británica de Newcastle, el Instituto de Cáncer de Vietnam y la Universidad de Australia del Sur, y que se publica este mes en Cancer Control. El estudio comparó las percepciones de 585 pacientes con cáncer en Australia y Vietnam, analizando las diferencias entre 25 posibles creencias sobre lo que pudo haber causado su enfermedad. Los australianos identificaron la ‘mala suerte’ como la tercera causa percibida más común por detrás de la edad y la historia familiar. La mitad creían que “envejecer” era el factor principal, mientras que la mayoría de los pacientes vietnamitas citaron la “mala alimentación” como el principal culpable de su cáncer.
La encuesta reveló algunas diferencias significativas entre los pacientes de ambos países: “Envejecer” fue catalogado como la principal causa de cáncer por los australianos; para los vietnamitas ocupaba el décimo lugar; la “dieta pobre” fue la principal causa de cáncer entre los vietnamitas, mientras que los australianos la pusieron en el undécimo lugar; la contaminación del aire era la segunda causa para los vietnamitas y pasaba al décimo lugar entre los australianos; el alcohol ocupaba el puesto doce entre los australianos y el séptimo entre los vietnamitas, y la “falta de ejercicio” bajaba al puesto diecisiete entre los australianos y al doce entre los vietnamitas.
Los dos países coincidieron solo en cuatro áreas: tabaquismo (5º lugar), enfermedad mental (20º), medicamentos (23º) y lesiones o traumas físicos (25º). Una proporción sustancial de australianos (27%) y vietnamitas (47%) tenían puntos de vista fatalistas sobre las posibles causas de su cáncer. En la muestra australiana, la ‘mala suerte’ ocupó el tercer lugar y en la vietnamita, el quinto. “Esto es preocupante -dice Alix Hall, uno de los autores- porque sugiere que creen que tienen poco control sobre su salud, lo que puede afectar a su disposición a cambiar su dieta o estilo de vida, e influir en sus decisiones relacionadas con el tratamiento o la atención”.
Heterogeneidad del cáncer
La heterogeneidad del cáncer, su errática aparición y su centenar de modalidades explican ese fatalismo popular. “Hay varios tipos de cáncer donde se han hecho progresos sustanciales”, declara este mes en la revista Horizon, de la Unión Europea, Elisabete Weiderpass, de la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer. “Pero hay otros que no sabemos cómo manejarlos. Con el enorme incremento del número de pacientes con cáncer que se espera en las próximas décadas debido al aumento en la esperanza de vida, los gobiernos deben implantar programas de control y prevención para ese 30%-40% de cánceres prevenibles…
El tabaco, por ejemplo, sería responsable de la mitad de los cánceres prevenibles en Europa. Y una dieta inapropiada sin mucha fruta y verdura que conduce a la obesidad es otra causa importante”. Hay también un 20%-30% de tumores de origen infeccioso, como algunos de hígado por el virus de la hepatitis B o algunos de cérvix por el virus del papiloma humano. “Y recientemente se ha descubierto una nueva clase de agentes infecciosos derivados de plásmidos, un tipo de minicromosomas de bacterias que hemos encontrado en buena parte de tumores de colon y en otros de mama y próstata”, cuenta en la misma revista el Nobel de Medicina Harald zur Hausen. “Son infecciones que persisten durante décadas causando inflamación crónica… y mutaciones en células susceptibles al desarrollo del cáncer”.
Queda sin embargo un porcentaje inexplicado hasta ahora, de causas desconocidas, azarosas. Un azar, un destino o una mala suerte, por las continuas replicaciones del ADN que acaba mutando, y matando, con los años; que convive con esos tumores genéticos, tabáquicos o infecciosos, y que quizá algún día los científicos acaben explicando y curando. Mientras tanto, el destino, ese poder sobrenatural ineludible, tan homérico y tan romántico, es una resignada y balsámica justificación para nuestra ignorancia.
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