Síntomas: sudor frío, ansiedad, desorientación espacial, estrés, miedo escénico, temor a defraudar…
Diagnóstico: empieza usted su primer curso en la Facultad de Medicina.
Si el salto académico entre el Bachillerato y el grado universitario marca, en mayor o menor medida, la trayectoria docente -y vital- de cualquier estudiante, la exigencia, duración, carga teórico-práctica y competitividad inherentes al grado de Medicina duplican la complejidad del hándicap para quienes acceden a esta carrera. Eso es, al menos, lo que piensa el Consejo Estatal de Estudiantes de Medicina (CEEM), que ha publicado (y colgado en su web) una “Guía del Principiante”, con la idea de minimizar ese impacto y facilitar la transición de los más de 7.000 estudiantes que este septiembre pisan por primera vez los pasillos de la facultad. El subtítulo de la guía –Cómo estudiar Medicina sin morir en el intento– es suficientemente orientativo del objetivo que persigue.
“Medicina es una carrera de resistencia, en la que el alumnado tiene claro que la recompensa es a muy largo plazo. El choque viene sobre todo por la presión que nos autoimponemos, pero también por la que viene de fuera: no es raro escuchar a profesores decir desde el primer día que hay que estudiar X horas al día o no seremos capaces de ser médicos, que tenemos que saberlo todo, que vamos a tener la vida de la gente en nuestras manos… Es un aumento instantáneo de la presión que, junto al volumen y complejidad del temario, se traduce en burn-out en épocas muy tempranas de la carrera”, alerta Ainara Salaregui, responsable del grupo de trabajo del CEEM Bienvenida Medicina, que ha coordinado el contenido de la guía.
El componente altamente vocacional de Medicina que, en teoría, podría salvaguardar al novato de ese impacto inicial, puede ser incluso contraproducente, según Beatriz Jarabo, responsable de la Comisión de Educación Médica del CEEM: “Influye, y mucho, el contraste entre la imagen que tiene el estudiante de lo que será la carrera y lo que es en realidad, con muchas clases teóricas y asignaturas que ni remotamente se acercan a esa imagen previa ideal. Si a eso le añadimos el mantra social de la vocación, hay estudiantes que entran en conflicto y confunden la frustración y el estrés con la pérdida de vocación”.
Pero las barreras no son sólo externas, sino propias del perfil medio de un estudiante que, de entrada, ha necesitado una nota media elevadísima para acceceder a la carrera, y forma, en teoría, parte de la élite académica.
“Hablamos de alumnos que suelen ser el mejor de su casa, el mejor de su instituto, el mejor de su pueblo… y, cuando llegan a la facultad, hay muchos tan buenos o mejores que ellos, y eso lo llevan muy mal. Son muy competitivos y encajan fatal que alguien les supere. Pero este síndrome no aflora tanto el primer día de la carrera como cuando les damos sus primeras notas”, dice Alfredo Corell, profesor de Inmunología y director del Área de Formación e Innovación Docente de la Universidad de Valladolid.
“La presión autoimpuesta y la que viene de fuera se traduce en ‘burn-out’ en épocas muy tempranas”, según Salaregui
Jarabo admite que el estudiante medio “suele responder a un perfil muy perfeccionista, con baja tolerancia a la frustración, y muy condicionado por la presión que supone haber logrado plaza en un grado tan exigente, y el miedo a no cumplir con las expectativas generadas en su entorno”.
El documento que ha elaborado el CEEM ayuda al novato a familiarizarse con aspectos como sus derechos y deberes -y los de sus representantes en la facultad-, las prácticas clínicas y seminarios, la figura de los asesores y tutores clínicos, la infraestructura universitaria, la legislación…, pero también temas tan prosaicos como qué es y cómo afrontar un examen tipo test o cómo gestionar el tiempo de estudio para sacarle el máximo provecho (ver cuadro).
Más herramientas
Pero la iniciativa del CEEM no es el único colchón que amortigua la llegada de los nuevos a las aulas. Los profesores alegan que la propia institución arbitra herramientas específicas de adaptación. En la Universidad Complutense de Madrid (UCM), por ejemplo, “hemos revisado los planes de estudio para que aborden cuanto antes aspectos capitales que el alumno, por mucho que esto sea vocacional, no tiene tan claros, como qué es ser médico, qué se espera de un profesional, qué es un enfermo y cómo entender el abordaje de la enfermedad… Rompemos así la dinámica tradicional de programas académicos muy rígidos, y me parece que ubicamos espacial y mentalmente a un alumno que inicia una nueva etapa, con el desconcierto que eso implica”, afirma Jesús Millán, vicedecano de Relaciones Institucionales e Innovación Docente de la UCM.
“Suele ser el mejor de su casa, de su instituto, de su pueblo… y en la facultad hay muchos tan buenos como él”, dice Corell
Pablo Lara, presidente de la Conferencia de Decanos de las Facultades de Medicina, asegura que todas las facultades tienen, en mayor o menor medida, programas de acogida. En la Universidad de Málaga, donde él ejerce, “además de la jornada de bienvenida a las nuevas promociones, donde nos implicamos docentes, estudiantes, personal de administración y servicios y equipo decanal, a cada nuevo alumno de la facultad se le asigna un estudiante orientador de un curso superior, para que tenga un compañero que le sirva de referencia en todo lo que necesite. Hemos creado también un Grupo de Orientación Universitaria, denominado por ellos mismos Doctor GOU, al que puede acudir cualquier estudiante de cualquier curso”.
Corell confirma que los programas de mentorización a los que hace referencia Lara existen ya en la mayoría de las facultades, “de forma reglada o merced a la iniciativa espontánea de algún profesor o departamento. Es una forma de evitar que los nuevos recurran al teléfono roto, que es el canal tradicional, y poco fiable, de enterarse de lo que se cuece en la facultad”. Ahora bien, la mentorización, según Corell, no es exclusiva del grado de Medicina, “y, de hecho, la Escuela de Ingenieros de Telecomunicación de Valladolid tiene un programa muy desarollado”. Análogo al que existe en los grados de Ingeniería Informática, Matemáticas, Biotecnología o Administración y Dirección de Empresas de la mayoría de los campus de España.
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