Cada año aumenta el número de casos de cáncer en España. Del total, 3.000 nuevos diagnosticados se corresponden con cáncer de hígado. Más del 50% de estos pacientes son candidatos a un tratamiento con técnicas mínimamente invasivas de termoablación, metodología que, según los últimos estudios, mejora las tasas de recurrencia de la enfermedad, así como las expectativas y la calidad de vida de los pacientes. Sin embargo, sólo la mitad de los enfermos que podrían ser candidatos accede a este tipo de terapia. La precisión de esta tecnología destaca también en su indicación para metástasis hepática, patología que aparece, por ejemplo, en el 50% de los pacientes con cáncer colorrectal, uno de los más frecuentes en España.
Santiago Méndez Alonso, de la Sección de Radiología Vascular Intervencionista del Hospital Puerta de Hierro, en Majadahonda, Madrid, señala a DM que el tratamiento ablativo oncológico como tal lleva practicándose desde hace años, pero la innovación proviene de la actualización de las herramientas tecnológicas que confieren una mayor precisión terapéutica y que clínicamente se traduce, además de una mayor seguridad, en un aumento de la eficacia oncológica, según las indicaciones.
La termoablación engloba a todas aquellas técnicas que producen ablación o eliminación de tejidos mediante calor: radiofrecuencia, microondas y láser. Este tipo de procedimientos de vanguardia son útiles para el abordaje tanto del tumor primario hepático como para las metástasis derivadas de otros procesos. “A pesar de que los abordajes se centran básicamente en tumores primarios hepáticos, el hepatocarcinoma, y en metástasis hepáticas de cáncer de colon, una de las enfermedades más prevalentes actualmente en hombres y en mujeres, la termoablación también permite acometer metástasis que provienen de cáncer de mama o de tumores neuroendocrinos, entre otros”.
El profesional, que ha coordinado una reunión celebrada en Madrid sobre el tratamiento ablativo oncológico multidisciplinar, pone de manifiesto que la innovación tecnológica es la que ha impulsado y revolucionado el avance de la termoablación tumoral. “Actualmente, los nuevos aparatajes permiten realizar técnicas más reproducibles, fundamentalmente en lo que se refiere a la planificación morfológica de las intervenciones”. La última generación tecnológica ofrece tres tipos de control de energía: térmico, de campo y de longitud de onda. Esto permite mantener zonas de ablación esféricas y precisas durante la técnica, dando a los clínicos una previsión real del resultado. Méndez indica que este refinamiento está directamente relacionado con la obtención de mejores resultados oncológicos, ya que “se puede planificar el procedimiento y prever, por tanto, lo que se va a producir”.
La innovación tecnológica ha sido el principal impulsor del refinamiento de las técnicas de termoablación, elevando su eficacia
En líneas generales, en la termoablación los profesionales trabajan con agujas que implantan en varias zonas del hígado y que transmiten calor. “En el cuerpo humano, la transimisión de calor en un tejido está sujeto y puede variar en función de la interferencia de otras circunstancias: si el calor se aplica al lado de la vesícula, que está llena de líquido, o de un vaso sanguíneo, se produce una refrigeración de los tejidos. Las modernas técnicas han venido a paliar estas circunstancias: apoyan las intervenciones permitiendo que los abordajes sean más reproducibles”.
El aumento de la eficacia, según Méndez, se traduce en menores tasas de persistencias tumorales y menos recidivas, “el gran problema de este tipo de técnicas con respecto a la cirugía abierta”. En este sentido, considera que una de las grandes ventajas de las técnicas de termoablación de tumores es la menor invasión y agresión quirúrgica. “Cuando las lesiones hepáticas se sitúan en torno a los 2 ó 3 centímetros, nos podemos comparar con la cirugía, ya que los resultados oncológicos son prácticamente similares. La diferencia radica en que esta menor invasión permite que los pacientes sean dados de alta al día siguiente del procedimiento, frente a la cirugía hepática abierta que requiere de una mayor estancia hospitalaria. El tamaño de las lesiones -2 o 3 centímetros-, tanto en tumor primario como en metástasis, es el que determina una eficacia similar a la de la cirugía abierta”.
La terapia termoablativa se lleva a cabo, al igual que la cirugía, con intención curativa en tumor primario de menos de 3 centímetros
Los resultados del equipo de Radiología Vascular Intervencionista del Puerta de Hierro, coincidentes con los de otras publicaciones sobre este abordaje, señalan que los últimos sistemas de termoablación “han demostrado, en tumor primario, una eficacia, a los tres años, de un 90% en lesiones por debajo de tres centímetros en cáncer hepático, datos perfectamente superponibles a los de la cirugía. En metástasis, la efectividad es más reducida: entre un 70-80 %, aunque estas cifras también son parecidas a las de la cirugía. No hay que olvidar que la enfermedad metastásica sigue siendo un gran reto para todos los profesionales implicados en el tratamiento del cáncer”.
La técnica termoablativa, al igual que la cirugía, se practica con intención curativa en tumor primario menor de 3 centímetros. Cuando las lesiones son superiores, tanto en enfermedad primaria como en metástasis, ni la radiología intervencionista ni la cirugía son curativas. A partir de esas dimensiones, ambas estrategias se consideran paliativas.
Además del tamaño de las lesiones tumorales, el experto indica que existen otros factores que inclinan la balanza hacia la termoablación. “El mal estado general del paciente, por ejemplo, determina que se opte por métodos menos invasivos. No influyen, actualmente, la histología y biología molecular de los tumores hepáticos, al menos en hepatocarcinoma. Condiciona, lógicamente, la actitud, pero de forma global. Igualmente, en los últimos años se ha reducido el número de biopsias en cáncer hepático, ya que se reconoce la capacidad de las técnicas de imagen para diagnosticar tumor primario en hígado cirrótico”.
Modalidades de destrucción tumoral con control ecográfico
La ablación se basa en la destrucción del tumor hepático, sin extirparlo. Las modalidades tecnológicas, dependiendo de los casos, se indican en pacientes con pequeñas lesiones, primarias o metastásicas, y cuando la cirugía no se considera opción terapéutica por función hepática reducida o mal estado de salud general del paciente. Se contemplan también en espera de trasplante de hígado.
La ablación se lleva a cabo insertando una aguja o sonda en el tumor de forma percutánea con control ecográfico. En otras ocasiones requiere cirugía para asegurar la dirección a la zona concreta. Se lleva a cabo con sedación anestésica, tiene una duración aproximada de una hora y lo habitual es que el paciente sea dado de alta al día siguiente y haga vida normal en tres días”, indica Santiago Méndez.
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