Se estima que la disfagia, la dificultad y en algunos casos la imposibilidad de tragar los alimentos, y que puede estar asociada a dolor, afecta a alrededor del 14% de las personas mayores de 65 años, un porcentaje que se incrementa hasta el 33% en el caso de los mayores de 80 años. Para José Antonio Irles, responsable de la Unidad de Nutrición Clínica y Dietética de la Unidad de Gestión Clínica de Endocrinología y Nutrición del Hospital Universitario Valme, de Sevilla, se trata, sin embargo, de un problema “infradiagnosticado e infratratado”, debido a que por regla general pasa inadvertido por su carácter silente, ya que, o no produce síntomas, o si los produce son indirectos, como la tos al comer, la deglución lenta, y la voz gangosa o húmeda con las comidas. Esto provoca que, aunque su diagnóstico es relativamente sencillo, la falta de sospecha, tanto de los médicos de atención primaria como de los propios pacientes, retrase sine die la detección y el tratamiento de la disfagia.
“Solamente en casos muy avanzados y después de haber sufrido un atragantamiento los pacientes acuden al médico con este problema como motivo de consulta. La mayoría, sin embargo, lo padecen sin saberlo, y sólo cuando el medico lo sospecha e interroga al paciente por síntomas indirectos se obtiene la sospecha clínica y se realiza el test de disfagia que confirma el problema”, explica.
Retraso igual a complicación
El retraso en el diagnóstico puede provocar complicaciones, ya que los pacientes con disfagia, muy habitual en enfermedades neurológicas relativamente frecuentes como el ictus, el Alzheimer o el Parkinson, “presentan infecciones respiratorias de repetición o pérdida de peso” derivadas de la dificultad en la deglución de alimentos, lo que acaba afectando también “de un modo importante” a su calidad de vida y a la evolución clínica.
“No obstante, sin necesidad de padecer estas enfermedades, las personas mayores, que son un colectivo en progresión en nuestra sociedad, presentan con frecuencia debilidad, deshidratación o neumonías aspirativas que se deben en realidad a la reducción o pérdida del reflejo de deglución. Esto es lo que se conoce como disfagia senil. Un diagnóstico precoz evitaría muchos cuadros de desnutrición y episodios de urgencias por deshidratación o infecciones respiratorias debidas al paso de los alimentos a las vías respiratorias por una deglución patológica”, reflexiona Irles.
Como explica Rosa Ana Ashbaugh, enfermera de la Unidad de Nutrición Clínica y Dietética del Hospital Universitario Príncipe de Asturias, de Madrid, y miembro de la Sociedad Española de Nutrición Parenteral y Enteral (Senpe), la nutrición es “en muchas ocasiones el único tratamiento que va a tener el paciente” en primera instancia, de forma que el objetivo principal del tratamiento pasa por “mantenerle nutrido e hidratado”. No en vano, una correcta nutrición es fundamental para que el paciente recupere la fuerza muscular necesaria para la deglución, que según Irles “es la base” de la solución del problema y una herramienta para evitar un “círculo vicioso” bastante habitual en este tipo de pacientes.
Dietas especiales
“El mecanismo fisiológico de la deglución requiere de reflejos y de una fuerza muscular adecuada. Por eso, cuando el paciente con disfagia reduce la ingesta de alimentos y se debilita o se deshidrata, entra en un círculo vicioso en el que la pérdida de fuerzas y la pérdida de la musculatura que interviene en la deglución hacen que le resulte aún más difícil ingerir alimentos”.
Una correcta nutrición es esencial para que el paciente recupere la fuerza muscular necesaria para la deglución, base para solucionar la disfagia
En la correcta nutrición de los pacientes con disfagia juega un papel importante el personal especializado, como enfermeras y dietistas nutricionistas, ya que como apunta Irles la mayoría de los afectados necesitan “una dieta de fácil masticación, con alimentos de alta densidad energética y proteica que favorezcan la recuperación nutricional”. Estas dietas requieren, además, de una modificación de la textura de los alimentos, “un pilar básico”, según demuestran los estudios para mejorar la sintomatología y ganar en seguridad.
Mayor ámbito de actuación
No es fácil preparar en el ámbito doméstico alimentos que contengan la densidad de energía y proteínas necesarias, así como la textura adecuada para cada paciente en concreto. De ahí la importancia creciente en el tratamiento de los pacientes con disfagia de la alimentación básica adaptada, elaborada mediante preparados alimenticios que, según Ashbaugh, “por sus características nutricionales y reológicas, y por la variedad de sabores, permiten mejorar el estado nutricional de los pacientes minimizando las complicaciones respiratorias”.
En ese sentido, la experta en nutrición destaca de estos preparados la facilidad de deglución, su alta densidad nutricional y la sencillez de su preparación para sustituir, combinar o enriquecer una comida tradicional hecha en casa.
“La alimentación adaptada para personas mayores o con problemas neurológicos llega donde no llegan los productos naturales”, añade Irles, quien también destaca la dificultad para conseguir a nivel doméstico una textura uniforme, homogénea, poco adhesiva y adaptada al paciente, especialmente en el caso de carnes y pescados, los alimentos de mayor valor proteico, que “no adquieren la textura necesaria para estos pacientes con procedimientos culinarios domésticos”.
Valor añadido
Valor añadido
Para José Antonio Irles, del Hospital Universitario Valme, el valor añadido que ofrecen estos productos de nutrición adaptada no implica que la totalidad de los alimentos que recibe el paciente tengan que provenir de ellos, pero en su opinión algún plato de las comidas principales, del desayuno o de la merienda “debería ser de esta línea de preparados para complementar los platos caseros y poder cubrir los requerimientos nutricionales”.
Coincide en la valoración Rosa Ana Ashbaugh, quien destaca el hecho de que estos productos, a diferencia de la alimentación triturada natural, permitan ofrecer a los pacientes un valor nutricional conocido y asegurado, lo que ayuda en “la lucha contra la desnutrición” relacionada con la disfagia. Por último, destaca también la evolución que han tenido estos productos en el último cuarto de siglo. “Hoy son más fáciles de consumir, muchos de ellos ya vienen preparados para tomar y únicamente hay que calentarlos y listo. Además, se ha conseguido una mayor variedad de sabores tradicionales, tanto dulces como salados”.
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