Murió en su casa madrileña el domingo, acompañado cálidamente durante sus últimos días por sus diez hijos, 44 nietos y 2 bisnietos, y sobre todo por su mujer, María Luisa Barbero. Un marco idílico después de una larga y fructífera vida -había cumplido 92 años en marzo-, como ya resumía Silvia Churruca tras una entrevista concedida por Fernando Reinoso Suárez a DM en 2003: “Lo más importante que puede decir de sí mismo es que siempre se ha sentido querido. En su niñez, por un padre que, sin perder el rigor, cultivó la ternura; en su juventud, por sus maestros y por la que es el amor de su vida, y en la madurez, por sus discípulos y sus descendientes. Por si eso fuera poco, en lo profesional siempre ha sido solicitado por los mejores centros docentes e investigadores. Si a eso se añade su honda fe cristiana, no extraña su paz interior”.
Nacido en Mecina Bombarón, en la Alpujarra, se licenció en la facultad granadina. Allí tuvo dos grandes maestros que se lo disputaron: José Escolar y Eduardo Ortiz de Landázuri: “Yo pensé estudiar neurocirugía y acabé haciendo neurociencia. Escolar me introdujo en la investigación del sistema nervioso. En tercero me dio clases Ortiz de Landázuri, y a partir de ahí fui alumno interno de los dos”, recordaba en la entrevista. “Calibré qué podía hacer con cada uno y lo que interesaba era la investigación del sistema nervioso y la universidad. El acceso a esos campos lo tenía mejor con Escolar”.
Además de ser el primer español en publicar en la revista ‘Science’ en 1964 -“no era el primer artículo que enviaba, pero los anteriores los rechazaron no porque fueran erróneos, sino precisamente por su novedad”-, fue catedrático de Anatomía Humana y Neurociencia de las universidades de Salamanca (1957), Granada (1960), Navarra (1962) y, finalmente, de la Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma de Madrid (1969). En esta última institución, en cuya puesta en marcha trabajó decisivamente junto con José María Segovia de Arana, fue vicerrector de Investigación, profesor emérito y responsable del programa de doctorado en Neurociencia. Su actividad docente estuvo dedicada fundamentalmente a la enseñanza de Embriología Humana y Neurociencias, y en su actividad investigadora destacan sus estudios sobre los mecanismos del ciclo vigilia-sueño y las conexiones del cerebro de mamíferos. Primer presidente de la Sociedad Española de Neurociencia, desde 1995 era Académico de Número de la Real Academia Nacional de Medicina ocupando el sillón número 31 (Anatomía). Entre otros galardones, estaba en posesión del premio Jaime I, otorgado por un jurado compuesto por 18 premios Nobel y presidido por Santiago Grisolía, presidente de la Fundación Valenciana de Estudios e Investigaciones Avanzadas y Premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica en 1990.
Fernando Reinoso deja una amplia estela de rigor profesional, cordialidad humana y convicciones profundas, transmitida en primer lugar a su familia -de sus diez hijos, Luis es presidente de la Asociación Española de Especialistas en Medicina del Trabajo, Francisco es jefe de Servicio del Departamento de Anestesia, Cuidados Críticos y Tratamiento del Dolor del Hospital Infantil de la Paz, y Marta es enfermera en Puerta de Hierro- y después a sus numerosos discípulos.
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