La herramienta más importante para el diagnóstico de la EPOC sigue siendo la espirometría: “Esta prueba proporciona además parámetros para evaluar la gravedad. Es sencilla, poco costosa y reproducible, pero hacerla bien requiere un personal entrenado específicamente. También disponemos de pruebas funcionales más sofisticadas, que miden la difusión y los volúmenes; de tomografía computerizada, que permite valorar y cuantificar el enfisema; gammagrafías con gases inertes, etc., pero el diagnóstico descansa sobre una simple espirometría con test broncodilatador”, dice Carlos Álvarez, neumólogo del Hospital Ruber Juan Bravo, de Madrid.
Para José Luis López-Campos, neumólogo del Hospital Virgen del Rocío, de Sevilla, el primer paso para el diagnóstico es tener un adecuado grado de sospecha: “La EPOC es una enfermedad estrechamente asociada al consumo de tabaco en cualquier forma y, por tanto, las personas que fumen o hayan fumado y tengan síntomas respiratorios pueden haberla desarrollado. La confirmación se establece con una espirometría. Aquellos pacientes que hayan fumado y tengan algún síntoma respiratorio como la sensación de falta de aire con los esfuerzos o la tos y la expectoración, deben acudir al médico para la realización de esta prueba”.
Problema de percepción
En cuanto al papel de otras pruebas como del TAC de alta resolución (TCAR) en el manejo de la EPOC, López-Campos comenta que es muy relevante para el estudio de varias situaciones, pero fundamentalmente desempeña un rol primordial en la cuantificación del enfisema y la presencia de bronquiectasias: “Ambos hallazgos matizan mucho la presentación clínica y las opciones de tratamiento. Cualquier centro hospitalario de medicina avanzada debe ser capaz de hacer una cuantificación del enfisema mediante TCAR”.
Para efectuar una adecuada espirometría hace falta personal entrenado
¿Por qué, y a pesar de estas opciones, la EPOC se sigue situando como una de las enfermedades crónicas con peores resultados de diagnóstico? “Se trata de una cuestión interesante y compleja”- dice López-Campos-. “Existen factores asociados al paciente, al médico y al sistema sanitario. Por parte del paciente, la EPOC se instaura lentamente con el paso de los años, más bien décadas, por lo que la persona afectada se acostumbra con frecuencia a sus síntomas o los atribuye a algo normal, relacionado con el hecho de ser fumador. Sin embargo, los síntomas no son normales, sino que más bien se trata de un signo de alerta que nos envía nuestro cuerpo y que está diciendo que no puede con más tabaco. En segundo lugar, es necesario que el médico sospeche la enfermedad. Aunque el paciente acude a la consulta por otro motivo, ante un paciente con historia de tabaquismo y síntomas respiratorios, debe hacerse una espirometría. En tercer lugar, el sistema sanitario debe ser sensible a esta enfermedad y garantizar que en todos los servicios de AP exista personal con conocimientos, tiempo y experiencia para hacer las espirometrías ante una sospecha. El tratamiento precoz de la enfermedad mejora el pronóstico y evita complicaciones, contribuyendo a un sistema más eficiente y a una mejora en la calidad de vida de los pacientes”.
Carlos Cabrera, neumólogo del Hospital Universitario Dr. Negrín, de Gran Canaria, vincula este infradiagnóstico a las peculiaridades del hábito tabáquico: “El hecho de que el tabaco no tenga un efecto nocivo inmediato influye en que no se abandone este hábito. Además, la normalización del tabaquismo en la sociedad hace que a veces no se perciba como una amenaza. Los fumadores no suelen ir al médico, pues ya tienen claro que fumar es algo que siempre vamos a desaconsejar. Además, los síntomas asociados al tabaco son minusvalorados y sólo cuando aparece la asfixia es cuando se preocupa y acude a la consulta. En este estadio, muchos pacientes están ya con un daño pulmonar establecido. Otro de los factores que influyen en el infradiagnóstico es el propio nombre de la enfermedad: si bien hay patologías que toda la población sabe lo que son (el infarto, el ictus), la EPOC es la gran desconocida, y eso que se trata de la cuarta causa de muerte en España”.
Por suerte, se están produciendo avances dirigidos a lograr una mejora del diagnóstico, como explica Salvador Díaz Lobato, neumólogo del Hospital Ramón y Cajal, de Madrid: “En los últimos años hemos aprendido que es necesario contar con los pacientes para hacer frente al infradiagnóstico, y es con las campañas de concienciación para informar y formar a los pacientes con lo que se consiguen los mejores resultados, además, claro está, del mayor acceso a la espirometría de calidad desde AP”.
El hábito tabáquico como factor pronóstico más determinante
El diagnóstico precoz y poner tratamiento cuanto antes es clave para paliar los síntomas y mejorar la calidad de vida de estos pacientes. En cuanto a los principales factores pronóstico de la EPOC, José Luis López-Campos explica que muchos de ellos están asociados a la presentación clínica de la enfermedad, “pero hay dos aspectos del tratamiento que tienen una especial relevancia. Probablemente, uno de los más importantes sea seguir fumando. Hoy en día sabemos que los pacientes con EPOC que no abandonan el hábito tabáquico, aunque fumen en poca cantidad, tienen una progresión de la enfermedad más rápida que los que dejaron de fumar. Abandonar el tabaco es, por tanto, la primera y más importante medida terapéutica que deben llevar a cabo los pacientes. En segundo lugar, el ejercicio físico ha demostrado ser profundamente beneficioso en estos casos. De hecho, uno de los consejos más importantes que se les pueden dar a las personas afectadas de EPOC es que dejen de ver la televisión y salgan a la calle”.
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