Mientras el conocimiento molecular ha marcado un antes y un después en la evolución de los tumores ginecológicos en los últimos años, la inmunoterapia se vislumbra claramente como una opción con un enorme potencial. Esa es, según Ana Santaballa, jefe de Sección de Cáncer de Mama y Tumores Ginecológicos del Servicio de Oncología Médica del Hospital La Fe, de Valencia, la situación actual de esta enfermedad, en cuyo abordaje se están dando muchos pasos adelante.
“El siguiente paso es ver cómo combinar los resultados de estos fármacos con la inmunoterapia”
“El gran avance en el conocimiento de la biología molecular de estos tumores, particularmente en cáncer de cérvix y cáncer de endometrio, que eran los grandes olvidados, ha permitido entender mejor la enfermedad. En el caso del tumor de endometrio, este mayor conocimiento ha permitido la identificación de diferentes subtipos con diferentes dianas, para las que la inmunoterapia puede ser muy prometedora y, de hecho, hay muchos ensayos clínicos en marcha. En cuanto al cáncer de cérvix, en el que también se han conseguido importantes progresos con la aplicación de la inmunoterapia, se está trabajando actualmente en el campo de las vacunas, con resultados muy interesantes”.
Un mayor conocimiento
Respecto al cáncer de ovario, está ofreciendo novedades destacables de la mano del mayor conocimiento del tumor y de la introducción de nuevas terapias: “La biología molecular ha hecho posible la identificación de dianas terapéuticas clave, como las mutaciones de BRCA o las deficiencias en la recombinación homóloga (un mecanismo de reparación del ADN), y, también, el desarrollo de tratamientos dirigidos, que han transformado totalmente el manejo de la enfermedad”, explica Santaballa, que es también vocal de la junta directiva de la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM).
Pero ha sido la introducción de los inhibidores del PARP lo que ha hecho posible cambiar la historia natural de este tumor. “Esta terapia está indicada y aprobada ya por las agencias reguladoras como tratamiento de mantenimiento tras una quimioterapia basada en platino en la recaída. El beneficio en recaída se ha demostrado tanto para pacientes con mutaciones de BRCA como para aquellos sin mutaciones, aunque la magnitud de este beneficio es mucho mayor para las pacientes portadoras de mutaciones en BRCA. Tras los datos en recaída, se diseñaron estudios en primera línea, con mantenimiento tras quimioterapia basada en platino. Los primeros datos fueron los del estudio SOLO 1 con olaparib, en el que se demostró que el fármaco reducía en un 70% el riesgo de recaída en los pacientes con BRCA mutadas. Olaparib en primera línea está aprobado ya por la EMA”.
Estudios reveladores
La eficacia de esta terapia está avalada por tres investigaciones, tal como explica Santaballa: “En ESMO 2019 se presentaron los datos de los estudios Prima, Paola y Velia con inhibidores de PARP en primera línea. El estudio Prima ha demostrado que con el uso de niraparib como terapia de mantenimiento tras una primera línea de quimioterapia se logra una disminución en el riesgo de progresión o muerte de un 38% para todas las pacientes, siendo el beneficio mayor en aquellas pacientes portadoras de una mutación en BRCA, donde asciende el beneficio hasta un 60% (similar al observado en SOLO 1). El estudio Paola confirmó el beneficio de añadir olaparib a una primera línea estándar de quimioterapia con platino y bevacizumab. En el Velia con veliparib, que tiene un diseño algo diferente a los otros dos, ya que se trata de un estudio de cuatro ramas donde también se analiza la concomitancia con quimioterapia del Iparp, no sólo se demuestra el mantenimiento sino también el beneficio del Iparp, aunque parece que la mejor forma de administrarlo sería en mantenimiento, ya que la concomitancia con la quimioterapia es mucho más tóxica”.
Respecto a las líneas de investigación en este tumor, la especialista hace hincapié en el papel protagonista de la inmunoterapia. “El principal reto en este sentido va a ser cómo integrarla ante los nuevos resultados de los inhibidores del PARP en primera línea. Otro de nuestros retos es conocer más aspectos de la biología tumoral para identificar mejores biomarcadores que permitan tratar realmente a las pacientes que se van a beneficiar y no a todas, contribuyendo así también a la sostenibilidad del sistema”.
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