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Hay que prestigiar a la vacunología y sus científicos

Combatir el movimiento antivacunas, lamentablemente hiperactivo en redes sociales con unos efectos ya claros en salud pública en todo el mundo (resurgir del sarampión), pasa indefectiblemente por prestigiar la vacunología desde las instituciones sanitarias con apoyo de los medios de comunicación, cosa que no se está haciendo, al menos no con la intensidad debida por la trascendencia del asunto.

El mensaje debe ser muy claro: las vacunas son uno de los factores que más han contribuido a la salud y la esperanza de vida de los individuos y el conjunto de la humanidad, previniendo epidemias y pandemias causantes históricamente de gran mortandad. La salud de la población, no lo olvidemos, va acompañada de desarrollo económico y social.

A lo que hay que añadir que las vacunas benefician a los vacunados y a las personas de su entorno, por lo que se trata de una acción beneficiosa para uno mismo, la familia, los amigos y compañeros y el conjunto de la sociedad.

Pero prestigiar la vacunología también pasa por recordar y honrar a todos los que han contribuido a su progreso. Recientemente perdimos una magnífica oportunidad con el fallecimiento de John B. Robbins, coautor junto  con Rachel Schneerson de la vacuna contra la meningitis bacteriana por haemophilus influenzae tipo B (Hib). Murió el 27 de noviembre en Nueva York, a los 86 años, y The New York Times no dio cuenta de ello hasta el 19 de diciembre. Aquí pasó desapercibido, con excepción de un mensaje en twitter del epidemiólogo y decano de la Facultad de Medicina de la Universidad de Barcelona, Toni Trilla. 

Antes de que esa vacuna se usase masivamente, la meningitis por Hib mataba a unos 400.000 niños (por lo general menores de 5 años de edad) al año, según la Organización Mundial de la Salud, y era la principal causa de retraso mental adquirido en menores.

No obstante la bacteria Hib está implicada en otras enfermedades que pueden ser igualmente graves como la neumonía, la celulitis, la artritis séptica y la epiglotitis , por lo que los beneficios de la vacuna han sido muy superiores a los previstos inicialmente (meningitis por Hib). La mayoría de las muertes que aún se registran por esta bacteria corresponden a países en desarrollo, donde las tasas de vacunación son sub óptimas.

Sirva este modesto y breve comentario de homenaje a John B. Robbins y a todos esos científicos, instituciones públicas (universidades y demás centros de investigación) y laboratorios farmacéuticos (industria) que han hecho grande la vacunología y saludables nuestras vidas, y para que no caigamos en el error de seguir ignorándolos.

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