Los contenidos que hacen apología de lo insano, contra las vacunas, a favor de pseudoterapias más o menos peligrosas o a favor de la anorexia y la bulimia, campan a sus anchas por internet; en webs, blogs, chats, foros y redes sociales.
Esta semana el Consejo del Audiovisual de Cataluña (CAC), con el apoyo del Colegio de Médicos de Barcelona, alertó del alto porcentaje de contenidos en internet que crean desinformación sobre la seguridad y la eficacia de las vacunas: “En concreto, el 40% de los contenidos más relevantes en YouTube cuando se hace una búsqueda con expresiones de duda o reticencia sobre las vacunas infantiles, hacen un discurso antivacunas”. El Consejo ha analizado 10 vídeos en YouTube contrarios a la vacunación, con un total de 1,6 millones de visualizaciones. En la muestra hay títulos tan explícitos como: “Si amas a tus hijos, no los vacunas”, “Vacunación ¿un peligroso fraude médico?”, “10 ingredientes tóxicos dentro de las vacunas” o “La verdad de las vacunas que no quieren que sepas”. En la mayoría de vídeos, además, este discurso contrario a la vacunación es expuesto por personas que se identifican como profesionales de la salud.
Y luego está el fenómeno de las webs que promocionan la anorexia (pro-Ana) y la bulimia (pro-Mia), que empezó en Estados Unidos y Gran Bretaña a finales de los noventa y sigue creciendo como una plaga, especialmente en español. Pones en el buscador Google #ana, #mia, anaymia, princesas ana y mia, princesasdeporcelana o similares y entiendes por qué enganchan tan fácilmente a niñas o chicas en situación emocional vulnerable. Ofrecen, en el lenguaje propio de los jóvenes (se cree que están hechas por jóvenes afectadas que buscan reafirmarse), consejos y trucos para adelgazar, imágenes de celebridades demacradas y citas motivacionales que aceleran y agravan los trastornos de la alimentación, dificultan que las chicas busquen ayuda para poder recuperarse y, si entran en terapia, hacen más complicada la buena evolución. La fácil accesibilidad por móvil a esos contenidos empeora más si cabe el problema.
¿Qué hacer ante esos contenidos? No son ilegales pero de todas formas hay que denunciarlos porque, por ejemplo, la Guardia Civil, que los conoce bien, puede intentar lograr que las plataformas que los alojan los supriman.
Si no se ilegalizan, la labor para combatirlos seguirá siendo titánica, pero no hay que tirar la toalla porque está en juego la salud individual de las personas que los dan por válidos (por desgracia son muchas) y la colectiva. Los sanitarios, las sociedades científicas y las corporaciones profesionales pueden hacer mucho contra este problema, comenzando por acudir al poder legislativo para que actúe con contundencia lo antes posible.
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