Sí, pero no. El mercado de tecnologías y sistemas de información clínica se recuperó un 23,9% en 2018. Un dato positivo que, sin embargo, no permite el optimismo, fundamentalmente por dos razones. En primer lugar, porque esa recuperación responde en gran medida a una inyección excepcional en el sector, gracias a la donación de 320 millones de euros realizada por la Fundación Amancio Ortega -para ejecutar entre 2017 y 2021 y de los que se han gastado ya unos 310 millones- que se utilizaron el año pasado en equipamiento de tratamiento y diagnóstico oncológico, facilitando que el dinero presupuestado por los hospitales del sistema sanitario público para ese año se destinara a la renovación de otro tipo de equipamientos, como las angiografías, la radiología general e intervencionista y las ecografías.
Los datos de la patronal del sector, Fenin, revelan que, más allá de la excepcionalidad de esta aportación, la renovación de este mercado en 2018 fue para equipos de reposición (que sustituyen a aparatos ya inservibles) en lugar de destinarse a la renovación, es decir, al cambio de equipos que aún funcionan pero están obsoletos, con lo que no se corrigió la obsolescencia, y dejó sin resolver el déficit del sistema sanitario. Y esta es la segunda razón que impide el optimismo en el sector. Según Carlos Sisternas, director de Fenin Cataluña, pese a la inyección recibida de la citada fundación, la situación del sector en términos de obsolescencia “no es buena, y sin esa aportación sería mucho peor”.
Añade que, además, “hay que tener en cuenta que esa aportación se destina a equipamiento de tratamiento y diagnóstico oncológico, con lo que en algunas otras áreas la situación es muy mala en términos de obsolescencia”.
Áreas más favorecidas
En concreto, la donación facilitó la renovación tecnológica del parque de aceleradores lineales instalados, lo que mejoró notablemente la antigüedad media de los equipos, al igual que se produjo un leve crecimiento en nuevas unidades, aunque no llegó a cubrir las recomendaciones del Organismo Internacional de Energía Atómica de 6 equipos por millón de habitantes.
Los datos de Fenin también revelan que en las áreas quirúrgicas y de cuidados críticos disminuyó el año pasado la inversión, lo que ha creado una brecha difícil de recuperar si no se elabora un plan específico. En 2018 el mercado de electromedicina, equipos de diagnóstico y terapia basados en señales y parámetros biofísicos (no incluye la imagen médica y radioterapia), ha descendido un 6% sobre 2017, lo que “hace más profunda la brecha de obsolescencia en sistemas de monitorización de pacientes, respiradores y otros equipamientos de las áreas quirúrgicas y UCI”, según la patronal.
Por último, para Fenin “sería básico reforzar la aplicación de criterios de calidad y la innovación en los procesos de compra de equipamiento”, puesto que, según la patronal, “se mantiene la tendencia a considerar el factor precio como principal elemento de valoración de las ofertas en detrimento de criterios con impacto asistencial en contra de lo dispuesto en la Ley de Contratos del Sector Público”.
Cáncer de mama, entre los más beneficiados por la tecnología
El cáncer de mama es una de las patologías que más se han transformado en los últimos años gracias al empleo de cribado y tecnologías para la detección temprana de la enfermedad, tal como revela un estudio de Cocir, la patronal europea de tecnologías médicas, realizado en 5 países europeos: Francia, Alemania, Países Bajos, Suecia y República Checa. La introducción de mamografías digitales, tomosíntesis, resonancia magnética, PET, inteligencia artificial, big data, tratamientos personalizados, apps y monitorización remota son factores transformadores, junto con los avances en técnicas y tratamientos preexistentes como la radioterapia o la mamografía. “Solo en una generación -destaca el informe- cientos de millones de mujeres de la UE han entrado en programas de cribado y el resultado es que la detección precoz y la mayor concienciación en torno a la enfermedad han salvado millones de vidas, reduciendo a la mitad las tasas de mortalidad por este tipo de cáncer”.
En lo que se refiere a los programas de cribado, Cocir revela que la mortalidad en mujeres de 50 a 70 años se redujo entre un 38 y un 48% en las que habían participado en alguno de estos programas, que según recomendaciones europeas se deben realizar cada dos años para el citado grupo de edad.
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