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Hace seis años, la patronal de la tecnología sanitaria, Fenin, hacía saltar la voz de alarma: “La situación es crítica”, dijo entonces a Diario Médico Carlos Sisternas, director de Fenin Cataluña.
Se refería al estado del parque tecnológico de los hospitales españoles, que superaba con mucho los estándares de obsolescencia (golden rules) recomendados por el Comité de Coordinación Europeo del Sector de Radiología, Electromedicina y Tecnologías Sanitarias (Cocir, por sus siglas en inglés).
Seis años dan para mucho, pero, en el caso que nos ocupa, habrían dado, sobre todo, para empeorar la situación, de no ser por la donación de la Fundación Amancio Ortega, apenas un parche si se considera que Fenin cifraba en 350 millones anuales durante cuatro años la inversión necesaria para no morir de obsolescencia.
Algo, no obstante, sí ha cambiado. Tras esa voz de alarma, “el sector, el Ministerio de Sanidad y las comunidades autónomas tienen un alto nivel de sensibilidad ante el problema; ya nadie se cuestiona que hay que buscar una solución, pero la realidad es tozuda: no hay dinero”, afirma Ignacio López Parrilla, director de Relaciones Institucionales y Desarrollo de Negocio de Philips.
Esa falta de dinero, sin embargo, no es solo achacable a la crisis y a unos presupuestos que, ahora, empiezan a remontar. La clave del problema la apunta Pablo Valdés, presidente de la Sociedad Española de Radiología Médica (Seram): “Hay muy poca planificación”.
Por ejemplo, cualquier empresa incluye en su balance económico un concepto que permite repercutir gastos en hasta diez años contables y garantizar la renovación del bien en que se haya gastado: la amortización. En la sanidad pública se carece de ella, “lo que deja al sector sin reservas económicas para reponer bienes”, explica López Parrilla.
Sin prioridades
Por contra, lo que suele hacerse es “priorizar a quien más llora o a quien tiene más poder”, en referencia a los servicios hospitalarios que reciben los pocos nuevos equipos que se adquieren.
En este sentido, “la clave está en cómo los centros han de planificar de manera adecuada, dimensionando lo que realmente es necesario y aporta valor”, según apunta Arantxa Pascual, directora general de la División de Imagen de GE Healthcare Iberia.
Para lograrlo, el experto de Philips insta a las autonomías a que, una vez estabilizadas tras las elecciones, “establezcan planes que permitan no ahogarse el primer año, pero que lleguen antes de que la obsolescencia sea inmanejable”.
Sin embargo, difícilmente será posible esta planificación si “se carece de un buen inventario o guía que permita saber cómo están los equipos. No tenemos documentos oficiales que indiquen cuándo un dispositivo se considera obsoleto”, afirma Valdés.
Por ello, la propia Seram, en colaboración con la Fundación Signo -representada por López Parrilla, a la sazón patrono de la fundación-, elaboró una Guía para la renovación y actualización tecnológica en radiología que pretende “servir de ayuda a las organizaciones sanitarias para determinar cuándo y cómo actualizar o reemplazar los equipos de tecnología médica de diagnóstico por imagen o añadir nuevas tecnologías emergentes mediante el análisis de los ciclos de vida útil de estas tecnologías”.
En esta línea, el documento considera como punto más urgente “elaborar y mantener un registro completo de todo el equipamiento”.
Falta de datos
El trabajo, basado en una encuesta realizada en una cincuentena de hospitales españoles -los más grandes-, “ilustra las dificultades para documentar el inventario de los equipos de cada hospital y pone en evidencia la dispersión de la información de cada uno ellos, fecha de adquisición, número de turnos de trabajo, actividad anual, tipos de mantenimientos realizados, controles de calidad y medidas correctoras en los equipos que utilizan radiaciones ionizantes, inventario de averías etc., datos que en bastantes casos sí están disponibles, pero en registros dispersos”.
Hecho esto, tocará establecer criterios objetivos para la renovación del equipamiento: “Son múltiples los factores que influyen en la esperanza de vida de un equipo, pero desde el punto de vista práctico en la mayoría de las instituciones se utiliza el parámetro tiempo de uso como criterio de renovación. Aunque el ciclo de vida es diferente para cada tipo de modalidad de imagen, existe una importante coincidencia entre las diferentes publicaciones que fijan periodos de obsolescencia que oscilan entre los 7 y 10 años”.
No obstante, existen otros parámetros importanes que tener en cuenta, como el grado de utilización, que se valora según la intensidad de uso o el número de exámenes realizados al año.
Alianzas estratégicas
A la necesaria planificación se debería, a juicio de los expertos, sumar otra pata para solucionar el problema: la modificación de la forma de pago.
“Los contratos públicos que marcan la adquisición del equipamiento en la sanidad pública no deberían tener en cuenta solo el precio sino la compra por valor”, sostiene Luis Cortina, director de Siemens Healthineers España.
Así, las tecnológicas apuestan por “las value partnerships, alianzas estratégicas a largo plazo que pueden ser de gran ayuda para afrontar la obsolescencia de los equipos. Entre los elementos que las integran, destacan la instalación y el mantenimiento integral, así como la gestión holística de la tecnología, además de la compra basada en valor”.
Este modelo permitiría, además, “aplicar sistemas de excelencia que pueden permitir maximizar el uso de los equipos como las resonancias magnéticas ampliando su actividad, reorganizando recursos y tipos de procedimientos para realizar 40 pruebas más por semana”, según Pascual.
Esto supondría, en opinión de López Parrilla, “acabar con los concursos como acto único y mejorar muchísimo con poco esfuerzo, generando ahorros colaterales gracias a una visión global”.
La utilidad de estas alianzas la corrobora Valdés, que sostiene que “la industria, afortunadamente, cada vez da más facilidades que nos benefician a todos”.
La planificación de la renovación tecnológica ya está inventada: los ejemplos de Canadá y Australia
Los expertos consultados para la elaboración de este reportaje coinciden en recomendar tomar ejemplo. Si lo que más falla, como se ha dicho, es la planificación, sería deseable mirarse en el espejo de países que tienen gran experiencia en este campo.
Es el caso de Canadá, que cuenta con una excelente base bibliográfica basada en la monitorización completa de indicadores de utilización y guías de renovación en las diferentes provincias.
Entre las recomendaciones de planificación del país norteamericano destacan, según se recoge en la Guía para la renovación y actualización tecnológica en radiología de Seram y Signo, “definir los criterios para la priorización en el reemplazo o gestión del ciclo de vida basados en un algoritmo que pondere diferentes aspectos del equipo, como el riesgo, la edad, la disponibilidad de piezas, los costes de mantenimiento, la productividad, etc.”.
Del mismo modo, el Estado australiano de Victoria trabaja sobre los resultados de una auditoría sobre tecnología sanitaria que obliga a “disponer de un plan de gestión de la tecnología médica que incorpore los fondos requeridos para una planificación a 5 años” y de “un registro de la tecnología con su clasificación y documentación esencial”.
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