Más de la mitad (entre un 50 y 60%) de los pacientes que sufren un infarto agudo de miocardio puede beneficiarse de un programa de rehabilitación cardiaca. Sin embargo, en nuestro país lo hacen aproximadamente el 12%. “En España existe todavía mucho margen de mejora, estamos muy por detrás de otros países europeos”, asevera Carlos Peña, cardiólogo del Complejo Hospitalario Universitario de Santiago (CHUS) y responsable de rehabilitación cardiaca en esta área sanitaria.
Este jueves, la Gerencia de Santiago ha presentado una nueva unidad en el hospital comarcal de Barbanza. Se trata de la tercera después de que en el 2015 se implantara en el Hospital Clínico y el pasado año en el centro de salud de La Estrada (provincia de Pontevedra). La apuesta del equipo de Cardiología y de la Gerencia es crear una red de unidades en centros de salud, lo que se puede hacer en al menos tres o cuatro centros más, aunque es esencial conseguir el compromiso de sus profesionales.
Los argumentos para llevar a cabo este proyecto que extiende el programa a atención primaria y a su hospital comarcal son que está demostrado que la rehabilitación cardiaca reduce la morbimortalidad un 25%, y que la distancia es uno de los factores determinantes para la adherencia; hay que tener en cuenta que el 80% de los pacientes tratados por infarto en el Servicio de Cardiología del Hospital Clínico no viven en el municipio de Santiago. La unidad presentada hoy es la primera en un hospital comarcal gallego y una de las pocas de España en centros de este tipo. La compra del aparataje se ha realizado con los fondos donados por el empresario Ramiro Carregal. Con estas unidades comunitarias se busca facilitar el seguimiento de estos entrenamientos y el mantenimiento a largo plazo del cambio a hábitos cardiosaludables.
Infrautilización
Y es que la rehabilitación cardiaca es una técnica infrautilizada a nivel nacional a diferencia del resto de Europa: “En Gran Bretaña hay 250 unidades”, destaca Carlos Peña, quien insiste en progresar por este camino ya que la evidencia científica sobre los beneficios es clara: “Hay menos muertes, menos reinfartos, menos necesidad de revasculización y menos reingresos”. Mejoran los parámetros cuantitativos, el control de los factores de riesgo y la capacidad funcional del organismo medido con pruebas de esfuerzo.
El área psicosocial de los pacientes también resulta favorecida, hay menos depresión y un adelanto de la reincorporación al trabajo. Todo ello producto del trabajo de los profesionales sanitarios así como de la intervención que hacen unos pacientes sobre otros, ya que las sesiones son grupales.
Este especialista reconoce que en los últimos años se ha producido un salto porque no hace mucho la implementación de la rehabilitación cardíaca no superaba el 3%: “En los últimos tiempos hay mucho interés, se está produciendo una especie de boom”. Peña pone el foco en la posibilidad perdida de que haya muchos gimnasios en hospitales con fisioterapeutas que se dedican básicamente a problemas traumatológicos y osteomusculares, pudiendo extender esta prestación a la rehabilitación cardiaca: “Tienes un recurso y le puedes sacar más provecho”. Subraya que el ejercicio es una prescripción: “No es un consejo, es una pastilla más”.
Formación
En el área de Santiago, los profesionales del centro de salud y del Hospital de Barbanza han recibido formación en el Clínico y el programa es idéntico en las tres unidades. Consiste en un seguimiento próximo durante dos o tres meses por una enfermera especializada, un programa presencial de ejercicio físico en el gimnasio y la disponibilidad de consulta abierta (sin necesidad de cita) con el cardiólogo, el médico rehabilitador, los servicios de psicología clínica y la consulta específica antitabaco.
Los cardiólogos del CHUS valoran a los pacientes y prescriben el programa físico, que se hace en cualquiera de las tres unidades y termina con otra valoración final en Santiago. Si se produce alguna incidencia, los cardiólogos ven al paciente al día siguiente. Son 24 sesiones en total, que comienzan con calentamiento y siguen con ejercicios de fuerza (para los que se utilizan bandas elásticas) y ejercicio aeróbico continuo (en cinta o bicicleta). Los pacientes acaban con estiramientos y relajación.
También pacientes con cáncer de mama y en quimioterapia
Las indicaciones para seguir el entrenamiento son, en primer lugar, pacientes que hayan tenido un infarto agudo de miocardio o una revascularización, pero también que sufren insuficiencia cardiaca: “Sabemos que con el entrenamiento mejoran su capacidad funcional, incluso más que con las pastillas”. Personas con hipertensión pulmonar, intervenidas de estenosis valvular aórtica y niños con cardiopatía congénita son otros candidatos.
En Santiago, además, participan pacientes con cáncer de mama en tratamiento con quimioterapia. El Servicio de Cardiología está realizando un proyecto de investigación financiado por el Carlos III para verificar si el ejercicio con seguimiento profesional no sólo consigue mejorar la tolerancia a la quimioterapia sino también prevenir las complicaciones cardiacas.
“Sabemos que con el ejercicio estas pacientes toleran mejor las sesiones de quimioterapia y que este tratamiento es cardiotóxico. A partir de aquí, tenemos randomizadas a 73 pacientes para comprobar los efectos en la tolerancia y en la prevención de problemas cardiovasculares”, explica Carlos Peña, que espera contar con los resultados en un año.
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