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Cómo sobrevivir a una cuarentena

Tras rastrear tres bases de datos electrónicas (Medline, PsycINFO y Web of Science), los psicólogos clínicos del King’s College londinense encontraron 3.166 documentos relacionados con cuarentenas, de los que seleccionaron 24 de diez países, motivadas por el SRAS (once estudios), Ébola (cinco), la gripe H1N1 de 2009 y 2010 (tres), el MERS o síndrome respiratorio del Medio Oriente (dos) y la gripe equina (uno); uno de los estudios se relacionaba con el H1N1 y el SARS. La mayoría ​​informaban de efectos psicológicos negativos como síntomas de estrés postraumático, confusión y enojo. Los factores estresantes se derivaban de la duración de la cuarentena, temores de infección, frustración, aburrimiento, suministros inadecuados, información escasa, pérdidas financieras y estigma social. Los autores, coordinados por Samantha K. Brooks, indican que “en situaciones donde se considera necesaria la cuarentena, los funcionarios deben implantarla por un tiempo no mayor al requerido, proporcionar una justificación clara para ella, informar sobre los protocolos y garantizar los suministros suficientes”. Aconsejan además apelar al altruismo recordando a los afectados los beneficios de la cuarentena para el resto de la sociedad.

La cuarentena, esto es, la separación y restricción del movimiento de personas que potencialmente han estado expuestas a una enfermedad contagiosa para determinar su evolución y reducir el riesgo de infectar a otros, difiere del aislamiento, que es la separación de las personas ya diagnosticadas con una enfermedad contagiosa. La palabra cuarentena se acuñó en Venecia en 1127 como medida contra la lepra y se usó ampliamente en respuesta a la Peste Negra. Más recientemente, durante el brote de 2003 del SRAS, se impuso en áreas de China y Canadá, y aldeas enteras de varios países de África occidental la sufrieron durante el brote de Ébola de 2014.

A pesar de que se puede anhelar teóricamente –varios días para dormir, leer y ver series de televisión-, no suele ser una experiencia agradable, según los estudios analizados por el equipo británico. La separación de los seres queridos, la pérdida de libertad, la incertidumbre sobre el patógeno y el aburrimiento pueden, en ocasiones, desencadenar efectos dramáticos: desde suicidios a reyertas sangrientas y demandas judiciales posteriores. Deben por eso sopesarse con prudencia los beneficios potenciales de las cuarentenas masivas obligatorias e intentar prevenir los efectos negativos asociados con ellas.

En personal de hospitales

Un estudio chino de 2004 en la revista Psychiatry Services sobre el personal de un hospital que podría haber estado en contacto con el SARS detectó tras nueve días de cuarentena síntomas de trastorno de estrés agudo, agotamiento, desapego, ansiedad, irritabilidad, insomnio, poca concentración e indecisión, deterioro del desempeño laboral y renuencia al trabajo. En otro estudio de 2009 en Canadian Journal of Psychiatry, síntomas de estrés postraumático en personal sanitario pervivían incluso tres años después. Y, según se publicó en 2012 en Comprehensive Psychiatry, un análisis de personal de hospital precisó que tres años después de la cuarentena el 9% (48 de 549) de la muestra padecía síntomas depresivos altos.

Otro análisis canadiense publicado en Epidemiology and Infection en 2008 recogía más respuestas negativas de personas en cuarentena por culpa del SARS: más del 20% (230 de 1.057) manifestaron temor, 18% (187) nerviosismo, 18% (186) tristeza y 10% (101) culpabilidad; solo un 5% (48) confesaron sentimientos de felicidad y un 4% (43) de alivio. Los estudios cualitativos también identificaron confusión, miedo, ira, pena, entumecimiento y ansiedad -insomnio. Un estudio en población universitaria china en cuarentena con motivo del H1N1, publicado en General Hospital Psychiatry en 2011, no halló en cambio diferencias significativas entre el grupo aislado y otro de control en términos de estrés postraumático o problemas de salud mental, quizá por las menores responsabilidades familiares y laborales de los afectados. En general, la ansiedad y la ira acumuladas en la cuarentena van desapareciendo al cabo de cuatro a seis meses, si bien uno de los estudios analizados apreció un mayor abuso de alcohol en algunas personas tras una cuarentena por el SRAS, sobre todo si se había trabajado en puestos de alto riesgo de contagio.

¡No te acerques!

No son raras a medio plazo conductas de evitación, como minimizar el contacto directo con  pacientes, lavado de manos más estricto, alejamiento de lugares cerrados o espacios públicos y mayor absentismo laboral, como recogía en 2007 un estudio de enfermeras en International Journal of Nursing Studies. Tres estudios de los analizados mostraron que cuarentenas largas -más de diez días- se asociaron con peor salud mental, síntomas de estrés postraumático, conductas de evitación y enfado, así como temores sobre la propia salud o a infectar a otros, sobre todo entre embarazadas y madres de niños pequeños.

El encierro, la pérdida de la rutina habitual y de vida social generaban aburrimiento, ira y frustración, que se exacerbaban si además los suministros básicos (comida, agua, ropa o alojamiento) eran escasos, inadecuados o tardíos. Muchos participantes citaron la información deficiente de las autoridades de salud pública como un factor estresante, en ocasiones debido a la falta de coordinación entre las múltiples jurisdicciones involucradas en la gestión del brote epidémico. En particular, la falta de claridad sobre los diferentes niveles de riesgo llevaba a los participantes a temer lo peor.

A todo ello se le suma la angustia por la pérdida económica. Un estudio de 2017 en Senegal en Social Science and Medicine de personas en cuarentena debido a un posible contacto con el Ébola encontró que, aunque los participantes recibieron asistencia financiera, algunos consideraron que la cantidad era insuficiente y que llegó demasiado tarde. Muchos se volvieron dependientes de sus familias, con los consiguientes conflictos. En otro estudio de 2005 en Public Health Nursing, ninguno de los que estuvieron en cuarentena en Toronto durante el SARS informó de dificultades financieras porque los empleadores o el gobierno los compensaron, pero en otros escenarios, cuando ese reembolso tarda en llegar, causa problemas en personas con menos recursos financieros y en trabajadores por cuenta propia. Fórmulas de teletrabajo, cuando sean posibles, mitigan las pérdidas de ingresos y el aburrimiento.

Otro efecto secundario, observado sobre todo en los brotes de Ébola, es el estigma y el rechazo de los vecinos después de la cuarentena e incluso después de la contención del brote. Como informó PLoS One en 2015, las personas en cuarentena durante la epidemia de Ébola en Liberia dijeron que el estigma podría conducir a la privación de derechos de grupos minoritarios y a actitudes xenófobas y discriminadoras, fenómeno que se ha reproducido en parte con la población china en la actual epidemia de coronavirus. En esta línea, los artículos alarmistas de los medios de comunicación contribuyen a veces a modelar las actitudes del público y a focalizar miedos y desprecios.

¿Hay otras opciones?

Por todo ello, los autores del metanálisis concluyen que hay que restringir la duración de la cuarentena a lo que sea científicamente razonable en función de la duración conocida de los períodos de incubación, y no adoptar enfoques excesivamente precautorios. Para las personas en cuarentena, una extensión, por pequeña que sea, puede exacerbar la sensación de frustración o desmoralización. Imponer un cordón sanitario en ciudades enteras sin un límite de tiempo claro (como ahora en varias ciudades chinas) podría ser más perjudicial que las cuarentenas circunscritas al período de incubación.

Las tecnologías actuales y las redes sociales facilitan líneas de asistencia telefónica, así como la comunicación con parientes y amigos. Proporcionar esos medios a las personas en cuarentena que no puedan acceder a ellos reduce notablemente la sensación de aislamiento, el estrés y el pánico. Y el convencimiento de que los sacrificios que se piden redundan en el bien social hace más soportables las situaciones estresantes.

Con todo, y frente a esta medida radical de la cuarentena masiva, se debe pensar en si otras opciones de salud pública (como el aislamiento de los contagiados, la cancelación de reuniones masivas o el cierre de escuelas) podrían ser más favorables que esa polémica privación temporal de libertad. Sus efectos psicológicos negativos, terminan los autores, no implican sin embargo que no deba usarse, pues lógicamente es peor dejar que la enfermedad se propague.

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