La lectura en Diario Médico de un clarificador reportaje sobre la realidad del seguro sanitario para los servicios prestados por las administraciones públicas sanitarias (riesgo patrimonial en términos administrativos) me invita a hacer una reflexión. Sin duda, el seguro del riesgo sanitario debe reinventarse: debe pasar de ser el pagafantas a ser el socio en la gestión de riesgos para la seguridad del paciente; debe romper con la involución que ha sufrido hasta hacerse inviable -no sólo porque está lejos de ser rentable-, sino porque su valor añadido se reduce a pagar los platos rotos, intentando que el coste de la vajilla sea lo más barato posible.
Los prestadores deben hacer el ejercicio de intentar afrontar el negocio desde otro punto de vista: si la rentabilidad de ese negocio depende tanto del precio como de los siniestros a pagar (el coste de la vajilla), deben involucrarse, y vincular el seguro a la gestión del riesgo, que va a ser determinante para sus costes. Vincular el seguro a la realidad de la gestión del riesgo para una medicina más segura supone centrarse en el qué está haciendo la institución sanitaria para evitar acontecimientos adversos; y no tanto en los resultados, que es el criterio que, en el mejor de los casos, se viene aplicando hoy en día. Este paso va a requerir de la aplicación de modelos y herramientas de evaluación del sistema de gestión de riesgos que partan de unos estándares de calidad y que aporten criterios objetivos. Y, además, homogeneizar esos estándares entre los responsables de ofrecer la mejor prima posible.
El valor añadido actual se limita a pagar los ‘platos rotos’, intentando que el coste de la ‘vajilla’ sea lo más barato posible
Involucrarse supone, además, acompañar a los profesionales del centro sanitario en la priorización de objetivos de mejora, y hacerlo durante la puesta en marcha de unos objetivos que deben estar basados en el conocimiento previo de su realidad. Eso supone considerar e integrar las iniciativas y objetivos de mejora de la seguridad del paciente que ya se vienen trabajando e impulsando, ya sea a nivel institucional o de la propia organización. Se requiere, para ello, de las metodologías y herramientas de gestión adecuadas.
Acompañamiento y seguridad
Y todo ello, desde la evaluación hasta la puesta en marcha de los objetivos, debe hacerse bajo un principio irrenunciable: el acompañamiento a los profesionales en su trabajo y la mejora de la seguridad del paciente. Si se evalúa en términos de auditorías que no aportan ningún beneficio directo al profesional, en el mejor de los casos, lo que se va a obtener es un conjunto de datos de poca utilidad práctica en la mejora pretendida. No son pocas las veces que, simplemente, con escribir lo que ya se hace bien, generando los protocolos y procedimientos adecuados, se van a reducir complicaciones posteriores en caso de incidentes no deseados.
Se trata, por tanto, de pasar de ser el pagafantas a ser un gestor del riesgo sanitario, incluido el aseguramiento y la mediación ante posibles incidentes, que no sólo reducen la tarifa del siniestro, sino que también generan mayor confianza en la organización sanitaria.
Hay que pasar de hacer meras renovaciones anuales del seguro a ser un socio de la institución por periodos más largos
Todo esto está lejos de ser incompatible con las propuestas de mejora por el lado del precio; de hecho, la administración pública debe evolucionar en sus contrataciones, y pasar de fijar los precios exclusivamente en base a históricos -con ciertos ajustes-, a considerar introducir la visión integral de la gestión del riesgo. El marco actual permite fórmulas para dar pasos en esta dirección, siempre y cuando los actores del mercado le acompañen en ese ejercicio.
En definitiva, se trata de reinventarse. Más allá de los necesarios ajustes para que el contrato sea viable desde el punto de vista estrictamente económico, hay que afrontar la oportunidad de dejar de hacer meras renovaciones anuales del seguro para pasar a ser un socio de la institución por periodos más largos. Es una oportunidad de participar en la reducción de los costes futuros de los siniestros y, paralelamente, la posibilidad de reducir las primas progresivamente, ganando márgenes con ello. Por no hablar de la reducción de los costes comerciales, al no tener que estar vendiendo todos los años. Un reto, en definitiva, lleno de oportunidades.
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