Aunque España es de los países con mayor aceptación hacia el colectivo LGBT+ (unas siglas que van ampliándose para representar todas las formas de vivir la sexualidad que no se ajustan a lo heteronormativo), la sociedad tiene una asignatura pendiente: no asumir la heterosexualidad o la identificación con el sexo biológico. Una cuestión que también tiene sus efectos en sanidad, porque puede contribuir a un sentimiento de discriminación y, en consecuencia, desconfianza hacia los profesionales e invisibilización de cuestiones que contribuirían a mejorar su calidad de vida.
Toni Alba, coordinador de Salud Integral de la FELGTB, reconoce que “a veces se notan carencias en la formación en general sobre orientación e identidad de género, particularmente en áreas como Ginecología, Salud mental, adicciones, etc.”. Por ejemplo, en los hombres que tienen sexo con hombres (HSH), aparte del VIH, hay otras infecciones de trasmisión sexual (ITS) importantes como sífilis, gonorrea y el virus del papiloma humano, y también pueden tener problemas relativos a su imagen corporal.
Según un sondeo en EEUU, un 67% de los estudiantes de Medicina creen que su preparación en temas de interés para el colectivo es escasa
En las mujeres, el principal problema se presenta a la hora de ir al ginecólogo, señala Marta Fernández Herraiz, fundadora de Lesworking, una red profesional para lesbianas: “Si desde el principio supone que eres heterosexual, para muchas visibilizarnos ya es un reto. Hay quienes evitan la consulta y eso supone un riesgo. Otra cuestión preocupante es que entre lesbianas no se usa protección a la hora de mantener relaciones sexuales, porque no tenemos ningún método pensado para nosotras y porque muchas asumen que no hace falta”. Algunas asociaciones, como la Fundación Triángulo, han elaborado guías para llenar este aparente vacío.
Otro aspecto sería el trato de las lesbianas en los procesos de reproducción asistida; Lesworking ha colaborado junto al Instituto para la Experiencia del Paciente y Colorful Families en la primera guía de buenas prácticas para este tipo de pacientes. “Hay poca información sobre los procesos de donación anónima o el tratamiento hormonal, se mantienen documentos no adaptados a estas parejas…”, enumera Fernández Herraiz.
Además, Alba apunta que “sería muy positivo que las campañas de concienciación tuvieran en cuenta la diversidad sexual, para que lleguen mejor a estos ciudadanos”.
En la universidad
El Consejo Estatal de Estudiantes de Medicina (CEEM) comparte la impresión de que varios factores, como una cultura académica heteronormativa, la homofobia internalizada, el prejuicio y la discriminación y el miedo a la humillación, la ridiculización y el rechazo llevan a las personas LGBT+ a evitar acudir a la red sanitaria. “En consecuencia, buscan información sanitaria en otras fuentes menos fiables, como puede ser internet, revistas o amistades, y recurren a la automedicación”.
El CEEM está investigando la presencia de estos temas en las universidades españolas junto a la Iniciativa Sociosanitaria para la Cooperación y Equidad LGBT en España (Isósceles) y a la Federación Española de Asociaciones de Estudiantes de Medicina para la Cooperación Internacional (IFMSA-Spain). Según una encuesta realizada en EEUU, el 67,3% de una muestra de 4.262 estudiantes de Medicina cree que su formación en temas de interés para el colectivo es escasa: algunos se sentían más preparados para abordar cuestiones como el VIH y otras ITS, pero inseguros en procesos de cambio de sexo.
Francisco Camarelles, presidente del Programa de Actividades Preventivas y Promoción de la Salud (PAPPS) de Semfyc, señala que según estudios realizados en EEUU, el colectivo presenta mayor propensión al consumo de alcohol y tabaco y a ciertas enfermedades crónicas o problemas de salud mental. “Son cuestiones provocadas sobre todo por el estrés social. El tema fundamental que más va a marcar la salud del colectivo va a ser los estilos de vida”, incide. Añade que en EEUU se han puesto en marcha campañas específicas, como una para prevenir el tabaco en jóvenes LGBT+.
“No creo que aporte nada registrar la orientación o la identidad en la historia, pero sí es importante hablar sin discriminar. Se puede incorporar alguna pregunta discreta, como por ejemplo preguntar si mantiene relaciones sexuales con hombres, mujeres o ambos”, observa. Reconoce que “los médicos necesitamos abordar mejor la sexualidad en general, pero es un aspecto que no es fácil por los tabúes y porque el propio profesional tiene que desarrollar una serie de habilidades y aptitudes y eliminar los prejuicios”.
“El tema fundamental que más va a marcar la salud del colectivo va a ser los estilos de vida”, incide Francisco Camarelles, presidente del PAPPS de Semfyc
Francisco Javier Bru, dermatólogo del programa de prevención de ETS y SIDA del Ayuntamiento de Madrid, cree que “desde el punto de vista médico, este colectivo tiene unas necesidades similares a las de la población general; no sería adecuado inferir que tienen una frecuencia elevada de ITS, eso depende de su comportamiento, no de su orientación sexual ni sexo sentido en sí”.
Alicia Comunión, coordinadora del Grupo de ETS de la Academia Española de Dermatología y Venereología (AEDV), reconoce que estadísticamente hay mayor incidencia en algunas ITS (sobre las lesbianas dice que prevalencia es prácticamente cero). Pero en su opinión, no hay un problema de falta de conocimiento, sino que “no sabemos qué hacer con la prevención en general, no sólo para LGBT, y es algo que hay que abordar en primaria, si bien somos conscientes de que abordar la historia sexual es un tema difícil”.
Efectos de las hormonas
Uno de los retos más complejos dentro del colectivo LGBT+ es el abordaje de las personas transexuales. Antonio Becerra, coordinador de la Unidad de Identidad de Género (UIG) del Hospital Ramón y Cajal de Madrid, apunta que con la aprobación de la Ley de Identidad y Expresión de Género de Madrid en 2016 se triplicaron las consultas que lleva la unidad.
Ratifica que, además de romper con los prejuicios (que afectan más a mujeres trans que a los hombres porque su transición es menos eficaz), es necesaria más formación, pero lamenta que no percibe interés ni en atención primaria ni en especialidades más implicadas, como Psiquiatría ni Endocrinología. “Y no hablo de transfobia, sino que para un paciente que puede pasar por la consulta, ni tiene que molestarse en estudiarlo”. Cree que la solución está en un plan conjunto entre Sanidad y Ciencia para abordar esto de forma estatal e impulsar la investigación en medicina transgénero.
Precisamente fuentes de COGAM apuntan que otra carencia es “la falta de evidencia científica acerca de los efectos secundarios y a largo plazo del tratamiento hormonal aparte de desarrollar una apariencia más femenina o masculina”.
Asimismo, defienden que es urgente la universalización de los protocolos de atención y tratamiento a las personas trans y que el cambio de nombre y sexo en el registro civil no dependa de un diagnóstico de disforia de género, sino que sea posible la autodeterminación de la identidad de género, binaria o no binaria.
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