En un paciente con cáncer, la prioridad es controlar el tumor, ya que es el principal riesgo para su vida. Sin embargo, asociados a la enfermedad hay otra serie de riesgos que también deben vigilarse porque pueden acabar siendo la causa indirecta del fallecimiento. De esta forma, por ejemplo, la enfermedad tromboembólica venosa (ETV) es una de las complicaciones más frecuentes y la segunda causa de muerte prevenible en los pacientes oncológicos.
La última actualización de las guías clínicas para el tratamiento de la trombosis asociada al cáncer señala que el uso de los anticoagulantes orales directos debería ser a partir de ahora el tratamiento de primera línea. “En el estudio en el que hemos participado se ha visto que la trombosis venosa ocurre en el 20% de los pacientes y comprobamos que los nuevos anticoagulantes igualan los resultados de la heparina, que es el actual tratamiento de elección, en la prevención de las complicaciones trombóticas y su gran aportación es que disminuyen de manera muy significativa el riesgo de sangrado, excepto en los tumores gastrointestinales”, explica Amparo Santamaria, hematóloga y jefa de la Unidad de Trombosis del Hospital Universitario Valle de Hebrón, de Barcelona.
Limitar los riesgos
Los tumores producen sustancias procoagulantes que activan la coagulación. La cirugía, la quimioterapia, la colocación de catéteres o la inmovilización prolongada pueden inducir estados de hipercoagulabilidad y la formación de trombos. En algunos cánceres, como el de riñón, ovario, colon o sistema nervioso central (SNC), existe un mayor riesgo. La edad avanzada y el estadio del cáncer también son factores de riesgo que se deben tener en cuenta. Todo esto hace que en los pacientes oncológicos el riesgo de sufrir un evento tromboembólico sea hasta siete veces superior y que un 20% de los pacientes presenten un riesgo alto de hemorragia y de tromboembolismo recurrente.
La hemorragia y el tromboembolismo son siete veces superiores en enfermos oncológicos. También existe mayor riesgo de fibrilación auricular
“Sin embargo, a pesar de saber todo esto, no se le está dando la importancia que tiene la anticoagulación en estos pacientes. Vemos cada vez más cómo se siguen administrando los mismos tratamientos y hay pacientes que llevan muchos años con heparina cuando sabes que lo que hay que hacer es manejarlos de forma diferente. No existen unidades especializadas en el manejo a largo plazo de estas complicaciones”, señala Santamaria.
Otra de las complicaciones asociadas es la fibrilación auricular, que en los pacientes de cáncer llega a ser de hasta el 4%, el doble de prevalencia que en la población general. “Esto puede deberse al mismo cáncer, que crea problemas en el corazón, pero sobre todo por los nuevos tratamientos contra dianas moleculares que consiguen mejorar la supervivencia, pero que tienen este efecto secundario”, explica la hematóloga, quien además señala cómo hace no mucho tiempo no se veían pacientes de cáncer con fibrilación auricular, una enfermedad que se suele asociar a la edad.
“Al cronificar la enfermedad estamos empezando a ver complicaciones nuevas, como estas fibrilaciones auriculares. Es una buena noticia, entre comillas, porque significa que estamos mejorando la supervivencia, pero que hace necesario que tengamos presentes estas nuevas comorbilidades para que no haya complicaciones con los pacientes”, apunta, e insiste en que con la terapia con anticoagulantes orales directos es posible un manejo seguro y que ayude a reducir muchos de estos riesgos.
“Aunque la primera causa de muerte sigue siendo el cáncer, la segunda es la coagulación. Estamos tratando muy bien al paciente con cáncer, pero estos nuevos fármacos están haciendo que haya un aumento de trombosis y problemas cardiológicos. Por eso, es necesario que el especialista determine cuál es el tratamiento más adecuado y así mejorar el pronóstico a largo plazo y la calidad de vida del paciente”.
No limitar por financiación
Uno de los factores que juegan más a favor de la utilización de los nuevos anticoagulantes directos orales es cómo ayudan en la adherencia terapéutica. “A pesar de que ahora mismo no está financiado por la Seguridad Social, los pacientes prefieren el tratamiento por vía oral. Tras varios meses con heparina muchos de ellos tienen molestias por los pinchazos y pueden saltarse alguna dosis”.
Aunque los pacientes de cáncer suelen ser en general muy cumplidores de sus tratamientos, también es cierto que no se debe olvidar la facilidad de la administración de los fármacos para ayudarles en este sentido. Por eso, la profesional considera que debería insistirse más en que estos nuevos anticoagulantes fueran financiados. “Una vez que se pueda disponer de esta opción, el paso siguiente sería concretar, de forma individualizada, cuál es el mejor tratamiento: o heparina o los nuevos anticoagulantes, en función de la situación de cada paciente. Pero debería quedar claro que su financiación o no por el sistema no debería ser el elemento determinante”, concluye.
Nuevas unidades para el control de la oncotrombosis
Las nuevas recomendaciones sobre terapia de la trombosis asociada al cáncer apoyan un enfoque multidisciplinar, de oncólogos y hematólogos, en unidades de Oncotrombosis con un objetivo: mejorar los resultados para los pacientes.
“Los afectados necesitan un manejo más exquisito y de precisión de los anticoagulantes, porque sus tratamientos van cambiando a lo largo de la enfermedad. La experiencia del hematólogo ayudaría en esta medicina más personalizada”, explica Amparo Santamaria, quien pone como ejemplo las unidades creadas en su momento de cardio-oncología para tratar la toxicidad cardiovascular de los tratamientos y los buenos resultados que se están obteniendo.
“El aumento de la supervivencia en cáncer hace necesario un enfoque más a largo plazo y un buen seguimiento por parte de especialistas dentro de estas unidades de onco-trombosis”.
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