- España podría perder más de 16.000 médicos en la próxima década
- El equilibrio de la población médica exige medidas urgentes
- Más de 14.000 médicos no tienen especialidad MIR
En España no faltan médicos, pero están mal distribuidos: ha sido el titular más repetido tras la presentación la semana pasada del Estudio sobre Demografía Médica impulsado por la Organización Médica Colegial (OMC) y la Confederación Estatal de Sindicatos Médicos (CESM).
Con entre 450-500 médicos por 100.000 habitantes, según la estadística que se utilice, frente a una media de 340 en los países de la OCDE, España es también uno de los países con más graduados en Medicina y el segundo país del mundo con más facultades: de las 28 en 2010 se podría llegar a 46 en 2018.
Con tales cifras, ¿cómo es posible que la sociedad perciba lo contrario, es decir, escasez de médicos, ante los periódicos colapsos estacionales en las urgencias, las listas de espera y las colas en las consultas de atención primaria?
Inadecuación de plazas MIR
Al margen de que seamos uno de los países que más visitan al médico, circunstancia no menor y que se irá agravando con el envejecimiento progresivo de la población, el análisis de la OMC y la CESM incide una vez más en la mala distribución de especialistas y en la incorrecta adecuación de las plazas de formación MIR a las necesidades sanitarias de los españoles: en la última convocatoria, 7.937 aspirantes se han quedado sin poder acceder a la formación de posgrado.
La falta de planificación a medio y largo plazo puede, entre otras cosas, originar un escenario similar al vivido en los años 80-90 con las llamadas bolsas de mestos (médicos especialistas sin título oficial) y desajustes como el que puede ocasionar la jubilación de 70.000 facultativos en la próxima década o la escasez de pediatras, neurocirujanos o anestesistas.
Coordinación territorial
Hace falta sin duda un buen registro de profesionales, incentivos para la movilidad geográfica y cumplir con la tasa de contratación según las necesidades y de reposición por jubilación que la crisis económica ha frenado.
Para todo ello, se requiere antes que nada una coordinación territorial que por ahora es bastante paupérrima. Como dijo Francisco Miralles, secretario general de CESM, en la presentación del informe, “el problema de fondo es el de siempre: tenemos 17 sistemas de salud diferentes y cada uno se maneja con sus propias normas”.
El respeto a las autonomías no debería suponer, como tantas veces ocurre, y menos aún en el ámbito sanitario, un ‘sálvese quien pueda’, una descoordinación anárquica que en último término no hace más que perjudicar a todos.
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