“La fibra alimentaria es un elemento clave para una nutrición sana y equilibrada”, afirma Amelia Marí, miembro de la Sociedad Navarra de Endocrinología y Nutrición (Senna) y especialista del Complejo Hospitalario de Navarra. Y lo es, explica, por sus beneficios, ya que ayuda a prevenir y tratar “múltiples enfermedades. Tiene efectos beneficiosos sobre las patologías gastrointestinales (estreñimiento, diarrea, síndrome de intestino irritable, síndrome de intestino corto…), las enfermedades metabólicas, como diabetes, dislipemia y obesidad, ayuda a prevenir el cáncer de colon y otros tumores, así como la enfermedad coronaria”.
Esos beneficios para la salud se constataron en el artículo Avance de resultados sobre consumo de fibra en España y beneficios asociados a la ingesta de fibra insoluble, publicado en 2010 en la Revista Española de Nutrición Comunitaria por los docentes Baltasar Ruiz-Roso y Lourdes Pérez-Olleros. En el trabajo se estudió durante el periodo 2004-2008 el consumo de fibra en España y su relación con la morbimortalidad para algunas enfermedades, en gran medida cardio y cerebrovasculares. La conclusión de los autores era clara: “Se puede apoyar la recomendación para la población española del aumento del consumo de alimentos ricos en fibra para la prevención de diferentes enfermedades degenerativas”.
Consumo a la baja
Sin embargo, y pese a su importancia, el cada vez mayor alejamiento de los patrones alimentarios de la dieta mediterránea, fundamentada en alimentos ricos en fibra (frutas, verduras, legumbres, cereales y frutos secos), ha provocado que desde la década de los sesenta la población española siga cada vez menos las recomendaciones establecidas por las autoridades sanitarias. La Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA), sin ir más lejos, fija en 25 gramos de fibra al día la cantidad recomendada para la población adulta.
Amelia Marí: “La fibra tiene efectos beneficiosos sobre enfermedades coronarias, metabólicas, gastrointestinales y en la prevención del cáncer”
Y esa cifra, según el citado trabajo, se superaba en España en 1964 (27 gramos/día). A principios de la década de los noventa ya había caído a los 20 gramos/día, y en el periodo del estudio (2004-2008) se quedó en apenas 16,2 gramos. Un dato que baja aún más en las investigaciones más recientes, como el Estudio Científico Anibes, elaborado por la Fundación Española de Nutrición, que sitúa la media de ingesta diaria de fibra en España en 15,8 gramos. Queda, por tanto, terreno para mejorar, por lo que Nestlé Health Science y DM colaboran para poner de relieve las implicaciones de una dieta insuficiente en este nutriente.
En ese sentido, el Colegio Oficial de Dietistas y Nutricionistas de la Comunidad Valenciana presentaba la semana pasada el informe ¿Cómo comemos en la Comunidad Valenciana?, en el que se analizan los hábitos alimenticios y las principales carencias en la dieta de los valencianos por franjas de edad. Entre estas carencias destaca el pobre consumo de frutas, verduras y legumbres. “Teniendo en cuenta que estos alimentos de origen vegetal son los que contienen la fibra, con una dieta baja en ellos es imposible que el contenido de fibra que ingerimos sea el recomendado”, explica Rocío Planells, dietista-nutricionista y gerente del colegio.
María del Carmen Lozano: “En dietas inadecuadas constantes, intolerancias y enfermedades puede ser recomendable un suplemento rico en fibra bajo supervisión”
Esta baja ingesta de fibra se incrementa incluso en verano, especialmente durante los periodos de vacaciones, cuando la pérdida de rutinas se traduce también, muchas veces, en una incorrecta alimentación que afecta al funcionamiento del tránsito intestinal. “Es importante recordar que pese a ser verano deberíamos seguir una dieta equilibada que aporte suficiente cantidad de energía y nutrientes para cubrir nuestras necesidades nutricionales”, matiza Marí, quien destaca la importancia de “incrementar” el consumo de frutas y verduras de temporada, de incluir legumbres dos o tres veces por semana (“en ensaladas, por ejemplo”) y de elegir “siempre que sea posible” cereales integrales.
A ello añade que en verano “es imprescindible” mantener una correcta hidratación, “preferentemente con agua”, algo que contribuye a mejorar la función digestiva y a prevenir el estreñimiento. Tampoco hay que olvidar hacer ejercicio físico regular “para mantener un peso estable y facilitar el tránsito intestinal”.
Suplementos ricos en fibra
María del Carmen Lozano, vocal de alimentación y nutrición del Colegio Oficial de Farmacéuticos de Madrid, explica que es en situaciones de dietas inadecuadas constantes, intolerancias y enfermedades cuando “puede ser recomendable, bajo supervisión, un suplemento alimenticio rico en fibra”. Una opinión que comparte Planells, para quien el mejor suplemento es recomendar a los pacientes “el consumo de alimentos ricos en fibra dentro de una dieta sana y equilibrada”. Reconoce, en cualqueir caso, la utilidad de estos suplementos en el tratamiento de determinadas patologías o dificultades del tracto digestivo que puedan requerir de un aporte mayor.
Rocío Planells: “Con una dieta baja en frutas, verduras y legumbres es imposible que el contenido en fibra que ingerimos sea el recomendable”
En ese sentido, Marí destaca el papel de los suplementos alimenticios ricos en fibra en pacientes con estreñimiento -donde las medidas higiénico-dietéticas han fracasado-, en síndrome de intestino irritable, colitis ulcerosa en remisión o síndrome de intestino corto. “En todos estos casos la fibra ayudaría a normalizar el tránsito intestinal, y a mantener la remisión en la colitis ulcerosa”, argumenta. Un beneficio que también se ha visto en enfermedades metabólicas como la diabetes 2 o la dislipemia, en la que, según la portavoz de la Senna, la fibra soluble “ayuda a mejorar el perfil glucémico y lipídico respectivamente”. No obstante, recuerda que la introducción de estos suplementos debe ser progresiva “para evitar efectos secundarios como dolor abdominal o flatulencia, y mejorar la tolerancia digestiva”.
La fibra PHGG (goma guar parcialmente hidrolizada), de origen natural, vegetal, soluble, fermentable y no viscosa, es una alternativa. Estudios recientes han corroborado que favorece el equilibrio de la función y de la flora intestinal, mejorando el estreñimiento, ayudando en el manejo de algunos síntomas asociados al estreñimiento ocasional (como las flatulencias o la hinchazón abdominal) y reduciendo significativamente el uso de laxantes en personas de avanzada edad.
Marí señala su “efectividad” en la prevención y tratamiento de la diarrea asociada a la nutrición enteral y destaca los “resultados esperanzadores” en otras patologías como el sobrecrecimiento bacteriano, la diarrea por cólera o la colitis ulcerosa. Lozano, por último, subraya también las expectativas en torno a la fibra PHGG “en el caso de deficiencias nutricionales de fibra debidas a una dieta inadecuada”.
Fermentación y solubilidad
Marí explica que los efectos de la fibra en el organismo “son distintos según su grado de fermentación y de solubilidad”. En ese sentido, se puede diferenciar entre fibras solubles y no solubles. La primera atrae el agua y se convierte en una especie de gel durante la digestión, lo que hace más lento el proceso digestivo, reduciendo también el tiempo de elevación de glucemia tras las comidas. La segunda contribuye a aportar volumen a las heces y ayuda a que el tránsito intestinal sea más rápido. Es la que mayor efecto tiene, por tanto, para dolencias como el estreñimiento.
La recomendación de la EFSA para el consumo de fibra procedente de alimentos para la población adulta oscila entre los 25 y los 30 gramos al día (14 g/1000 Kcal). Dentro de ese consumo, según la especialista en endocrinología y nutrición del Complejo Hospitalario de Navarra, la proporción deseable entre fibra insoluble y soluble debería de ser de 3 a 1 para la primera.
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