Recién elegido presidente de la Conferencia de Decanos de Medicina en sustitución de José Luis Álvarez-Sala, Pablo Lara, decano de la Facultad de Medicina de Málaga, ha iniciado su mandato con una primera reunión oficial con la Secretaría General de Universidades para abordar los muchos y complejos problemas que afectan al grado de Medicina. Su objetivo es que este primer contacto se convierta en una relación continua y fructífera.
PREGUNTA. ¿Cuáles son las prioridades, a su juicio inaplazables, que debería abordar el sistema universitario con respecto a los estudios de Medicina?
RESPUESTA. Lo importante es que podamos cumplir nuestra función principal: recibimos estudiantes con mucho talento que devolvemos a la sociedad como médicos bien formados, comprometidos con la sociedad y con el paciente. Para ello, consideramos inaplazable abordar cómo paliar el déficit de profesorado permanente que padecemos, equilibrar el número de plazas de acceso a las facultades con el de plazas para la formación especializada y contribuir al desarrollo del continuum formativo, para el que es fundamental la formación inicial en competencias. Venimos también denunciando el aumento del número de facultades de Medicina y, en paralelo, el aumento del número de alumnos de ingreso cada año. En ambos indicadores estamos muy por encima de la media europea.
P. ¿Cree que el hecho de que la competencia de Universidades resida ahora en el Ministerio de Ciencia puede favorecer la interlocución con el Gobierno que la Conferencia Nacional de Decanos lleva años pidiendo en vano?
R. Hemos mantenido contactos permanentes con el anterior equipo ministerial, que ha mostrado siempre interés por los temas que hemos planteado, aunque es verdad que no se ha concretado en las decisiones que esperábamos. La llegada de un nuevo equipo al ministerio es, desde luego, una oportunidad y nuestro objetivo es intentar concretar una agenda permanente de trabajo con ellos. Mantenemos, además, una línea de trabajo y colaboración con las autonomías, que tienen transferidas las competencias que afectan a la gestión diaria de las facultades de Medicina y que, por tanto, son unos interlocutores fundamentales para nosotros.
Tanto en número de facultades de Medicina como en el número de alumnos de nuevo ingreso al año estamos muy por encima de la media europea
P. Según el último estudio de Demografía Médica de la OMC y CESM, en lo que llevamos de siglo XXI, el numerus clausus de Medicina (sumando facultades públicas y privadas) ha aumentado un 49,3 por ciento (un 32,8 por ciento, si contamos sólo las públicas). ¿En qué se traduce a efectos prácticos este incremento?
R. Felicitamos a la OMC y CESM por ese estudio. A falta del registro de profesionales sanitarios, es una herramienta de trabajo que facilita la toma de decisiones en aspectos nucleares de la profesión médica. El aumento que menciona es muy preocupante: tenemos más estudiantes de los que podemos formar como nos gustaría hacerlo; lo venimos advirtiendo desde hace años y, aun así, para el próximo curso superamos por primera vez las 7.000 plazas de acceso. Hemos pasado de 4.359 egresados en 2009 a 6.949 en 2018. Por ésta y otras razones, se está produciendo un desequilibrio creciente entre los egresados y la oferta de formación especializada. En la última prueba MIR, la proporción era de más de 2 candidatos por plaza. Medicina tiene dos numerus clausus: uno para acceder a las facultades y otro para acceder a la formación especializada. Es una pena no poder estudiar Medicina, pero es peor aún no poder ejercerla.
P. De las 52 provincias españolas, sólo 19 no tienen una facultad de Medicina, pero todas ellas tienen una a menos de 200 kilómetros. ¿Convendría quizás repensar la distribución de las facultades? ¿Agrupar algunas en centros más grandes y mejor dotados financiados conjuntamente por varias autonomías?
R. Si seguimos así, vamos a tener más facultades que aeropuertos. Es cierto que las universidades están orgullosas de sus facultades de Medicina y las que no tienen una se preguntan por qué no pueden, pero una facultad de Medicina no se improvisa y necesita una inversión enorme, precisamente de la que carecemos las facultades existentes. En la Conferencia de Decanos respetamos la autonomía de cada centro y de cada universidad para que establezca las alianzas que considere buenas para impulsar la docencia y la investigación de calidad, pero lo que venimos reclamando es que no aumente el número de facultades, y en pocos años hemos pasado de 28 a 42. Ésa ha sido la decisión que los responsables políticos, a nivel autonómico y central, han tomado y pensamos que no ha sido una buena decisión. Ahora bien, el problema no afecta sólo a las facultades de Medicina; es necesaria una revisión a fondo del modelo educativo nacional, incluyendo el universitario.
Una facultad de Medicina no se improvisa y necesita de una inversión enorme, precisamente de la que carecemos las facultades existentes
P. Si ya hay déficit de profesores, sobre todo clínicos, y las dificultades y trabas para hacer una carrera académica son cada vez mayores, ¿a qué está abocada la enseñanza de Medicina?
R. Impartimos la mejor docencia posible, pero no es la que queremos impartir. El estudio reciente que hemos publicado sobre la evolución del profesorado lleva como subtítulo La formación de los futuros médicos en situación crítica, y no es una exageración. Nos preocupa mucho el déficit del profesorado permanente, de forma que al 20 por ciento que hemos perdido en la última década, se añadirá un 43 por ciento adicional en la década siguiente, afectando especialmente al profesorado vinculado con los centros sanitarios, que alcanzará un muy preocupante 55 por ciento. Lo que está en juego es el modelo actual de facultad de Medicina. Y la solución no es sencilla, porque los criterios de acreditación para las figuras docentes de profesor titular y catedrático han aumentado su exigencia; los primeros resultados muestran una tasa de informes favorables más baja que la obtenida con los criterios anteriores, donde, además, la rama de Ciencias de la Salud ya tenía los peores resultados. Necesitamos profesores; éste es uno de los principales gritos de alarma que queremos transmitir. Es muy importante para el sistema sanitario y universitario, para la sociedad en general, invertir en la formación de los futuros médicos.
P. El presidente de la Conferencia de Rectores (CRUE) remitió una carta a la última Conferencia de Decanos de las Facultades de Medicina en la que expresaba su apoyo a todas sus reivindicaciones. Más allá de las cartas de apoyo, ¿echa de menos una actitud más decidida de la CRUE en defensa de los estudios de Medicina?
R. El presidente de la CRUE, además de esa carta, nos ha solicitado una reunión de trabajo, que le agradecemos, para analizar la situación de las facultades de Medicina. Ser decana o decano de un centro es un privilegio y una responsabilidad; ser rector, lo es aún más, y la gestión de una universidad es muy compleja. La de Málaga, a la que pertenezco, cuenta con 40.000 estudiantes y 67 grados, cada uno con sus características y necesidades particulares; Medicina es uno de ellos. No nos consideramos mejores que nadie, pero formamos a los principales cuidadores de la salud de nuestra sociedad. Lo que pedimos, lo hacemos porque entendemos que es necesario. Quizá también debamos explicarnos mejor. Por otra parte, es fundamental el apoyo de cada rector, pues buena parte de las decisiones importantes que afectan a nuestras facultades se toman en el ámbito de las comisiones mixtas que cada universidad mantiene con las consejerías de Educación y Sanidad.
Necesitamos profesores. Éste es uno de nuestros principales gritos de alarma, porque lo que está en juego es el modelo actual de facultad de Medicina
P. Dadas las peculiaridades de los estudios de Medicina, el Consejo Estatal de Estudiantes de Medicina (CEEM) llegó a pedir que los criterios para la concesión de una beca se fijasen al margen del resto del sistema universitario español. ¿No convendría que los estudios de Medicina tuvieran un abordaje específico, tanto desde el punto de vista académico como institucional?
R. No me gusta estar “al margen” de las demás, sino establecer los protocolos de actuación que sean necesarios. Nos costó varios años que el ministerio reconociera el nivel 3 de máster del MECES para los graduados en Medicina; luego esa norma se aplicó a otros graduados y licenciados que también se beneficiaron de la medida. Pedimos lo que necesitamos y, en este sentido, sí insistimos en que para ser más eficientes es necesaria una interlocución conjunta con las autoridades sanitarias y universitarias a todos los niveles: nacional, autonómico y local. Seremos persistentes en esta petición. Es una peculiaridad nuestra, que afecta también a otros grados en Ciencias de la Salud, que comparten estas dificultades. Nuestra preocupación es que la formación que se imparte en nuestros centros, tanto de grado como de posgrado, y la investigación que desarrollamos, sea de la mayor calidad posible, y eso depende de las personas y de los recursos de los que se disponga.
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