Las investigaciones de Àlvar Agustí, director del Instituto Respiratorio del Hospital Clínico de Barcelona, han situado a la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC) más allá de su vínculo con el tabaco. Así se entiende mejor la compleja enfermedad pulmonar y sus múltiples causas, lo que redunda en mayores oportunidades preventivas, diagnósticas y terapéuticas. Esta labor científica ha merecido el Premio de la Fundación Lilly de Investigación Biomédica Clínica 2018, que en la categoría Preclínica ha recibido la neurocientífica Ángela Nieto por sus aportaciones al conocimiento molecular del desarrollo embrionario.
Agustí, al desligar la EPOC de la exclusividad causal del tabaco, ha puesto de relieve el papel del mal desarrollo pulmonar durante la gestación, entre otros factores que pueden influir.
“Un 30 por ciento de los pacientes con EPOC no ha fumado nunca y por eso nos preguntamos qué otras causas podrían explicarlo. Observamos en bases de datos americanas, que recogen datos de pacientes a lo largo de décadas, que la mitad de los enfermos diagnosticados con EPOC ya tenían alguna alteración en la función pulmonar a la edad de 30 años. Ellos tienen más riesgo de sufrir la enfermedad y de fallecer antes por ella”, explica a DM. “Ahora sabemos que aproximadamente el 10 por ciento de la población general no ha desarrollado bien el pulmón por causas genéticas, epigenéticas y ambientales (nutrición, infecciones, tabaquismo pasivo)”.
Agustí se acostumbró desde el inicio de su carrera a plantearse preguntas a partir de la práctica clínica. Durante su estancia en la Universidad de Chicago llevó a cabo unas investigaciones que contribuyeron a describir el síndrome hepatopulmonar. Ese espíritu inquisitivo y una forma de pensar creativa –out of the box, según destacan de él sus colegas europeos-, le han acompañado en su trayectoria primero en Palma de Mallorca y, más adelante, en el Clínico de Barcelona.
“La espirometría es como el ‘canario de la mina’: nos puede alertar de un mayor riesgo de ciertas enfermedades”
Una de sus preguntas recientes es si el desarrollo anómalo de los pulmones en los primeros años de vida podría indicar alteración en otros órganos. Así, un estudio de su grupo que se publicó este año en The Lancet Respiratory mostró que “las personas con función pulmonar subóptima a los 25 años tienen siete veces más probabilidades de diabetes y más riesgo de enfermedad cardiovascular y metabólica; además, las comorbilidades aparecen diez años antes que en aquellos con una función pulmonar normal y se asocian a mayor tasa de mortalidad”.
De aquí se desprende que la espirometría podría ser una forma sencilla y barata de identificar a una población con riesgo. “Es como el canario de la mina, que cuando enmudecía alertaba del temido gas grisú. La espirometría podría ser un requisito, por ejemplo, al sacarse el carnet de conducir, o, idealmente, efectuarse a los escolares de seis o siete años”.
Factores de riesgo en estudio
Entre los riesgos, Agustí alude a la prematuridad. “La alta supervivencia de los neonatos prematuros con distrés pulmonar es un éxito médico, pero tiene un precio. Sabemos que, con el tiempo, un 25 por ciento no logra recuperar la función pulmonar. Ahora vamos a investigar, gracias a una beca del Instituto Carlos III, qué influye en el fenómeno de recuperación, conocido como catch-up. Hay estudios que apuntan a la vitamina A”. Lo que se averigüe también podría tener utilidad en la regeneración del pulmón de los adultos.
El neumólogo admite que, si bien hay tratamientos sintómaticos eficaces para la EPOC, aún no se ha conseguido revertir el daño una vez instaurado. La vía autoinmune asociada a esta patología podría dar pistas para desarrollar tratamientos curativos. “En algunos pacientes, dejar de fumar no detiene la inflamación ni la progresión de la EPOC, en especial en aquellos con enfisema. Comprobamos que el tabaco, en la lesión que inflige al pulmón, genera neoantígenos que a su vez producen anticuerpos, lo que explicaría que la inflamación se mantenga. Muchos grupos están buscando en estos mecanismos dianas terapéuticas”, expone sobre otra de sus líneas de investigación.
Él mismo ha experimentado el alcance de la autoinmunidad. Hace un par de años, el síndrome de Guillain-Barré le mantuvo en la UCI de su hospital nueve semanas y media sin poder hablar ni andar. Varios meses después y tras una intensa rehabilitación volvía al trabajo. De esa experiencia regresa con pequeñas secuelas -una sonrisa más leve-, algunas propuestas -”hay que tocar al paciente y retirar la mesas que nos separan en la consulta”- y un par de reflexiones: “La vida es frágil, en un momento cambia.La felicidad es una decisión”.
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