El cáncer de páncreas es un tumor con pronóstico pobre y una tasa de supervivencia muy baja. En los últimos años no se han alcanzado grandes avances y existen pocos tratamientos personalizados. Algo que, sin embargo, parece que puede empezar a cambiar. Así se desprende, al menos, de los resultados del estudio POLO, un ensayo multicéntrico internacional y previo a registro de fármaco, que se ha presentado en la reunión de ASCO 2019.
“Es la primera vez que se presenta un trabajo en cáncer de páncreas en una plenaria de este congreso. Pero es que se trata del primer estudio con resultados positivos guiado por biomarcadores en cáncer de páncreas, lo que supone una alternativa personalizada para estos pacientes”, explica Teresa Macarulla, investigadora principal del Grupo de Tumores Gastrointestinales y Endocrinos del Instituto Valle de Hebrón de Oncología y que ha participado en el estudio. Además, coincide con su publicación en The New England Journal of Medicine.
En concreto, se han evaluado los resultados de olaparib, un inhibidor de PARP, en pacientes afectados de cáncer de páncreas avanzado y portadores de la mutación germinal en BRCA como un tratamiento de mantenimiento. Los pacientes que han participado en el ensayo habían recibido previamente una quimioterapia basada en el platino que había funcionado.
Si la enfermedad no progresaba después de dieciséis semanas, se sustituía el tratamiento de quimioterapia por este inhibidor para comprobar si era capaz de frenar el desarrollo del tumor. “El objetivo era ver si se podía permitir al enfermo que descansara del tratamiento de quimioterapia, que tiene un manejo de toxicidad más complejo, y que se mantuviera solo con olaparib, mejorando su calidad de vida”, comenta Teresa Macarulla.
Los resultados de la investigación, cuyo primer autor ha sido Hedy L. Kindler, de la Universidad de Chicago, demostraron que el tratamiento con olaparib proporcionó una mejoría estadísticamente significativa en la progresión de la enfermedad respecto al placebo. Estos resultados ofrecen un nueva opción de tratamiento para este grupo de pacientes con cáncer de páncreas.
Hasta ahora estos pacientes no tenían más alternativa que seguir con la quimioterapia para controlar la enfermedad. Con olaparib se logra que, de media, entre siete y ocho meses no sea necesario administrar quimioterapia. “En los pacientes con cáncer de páncreas sabemos que si no haces nada para parar el tumor, este sigue creciendo, no pueden estar sin quimioterapia. Esto nos permite tener un arma más para luchar contra la enfermedad”.
‘Debilidad’ del tumor
Este nuevo tratamiento que ahora ha demostrado su eficacia se aprovecha de los puntos débiles del cáncer. Los genes BRCA1 y BRCA2 se encargan de codificar dos proteínas esenciales para la reparación del ADN. Cuando estos genes sufren una mutación, se produce una inestabilidad genética y se incrementa el riesgo de padecer un cáncer a edades tempranas debido, precisamente, a la dificultad de reparación de daños en el ADN.
Los fármacos inhibidores de PARP (siglas de poli ADP ribosa polimerasa) son un tipo de terapia que va orientada a impedir la acción de esta enzima que repara el ADN. Al impedir su actividad en las células tumorales, se consigue su destrucción, sin afectar a las sanas, en línea con la estrategia de terapia dirigida oncológica.
Se calcula que entre el 7% y el 8% de los enfermos con cáncer de páncreas tienen alguna mutación germinal en los genes BRCA 1 y 2. Este subgrupo es el que se puede beneficiar del nuevo tratamiento, aunque se está trabajando para lograr aumentar el porcentaje.
“Existen otra serie de genes que ya están descritos y que se consideran genes de reparación del ADN, que se comportan como si fueran BRCA. Queremos ver si realmente en estos pacientes que no son BRCA, pero que también tienen estos déficits de reparación del ADN, esta misma estrategia podría funcionar”, explica Teresa Macarulla.
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