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Recortes y ‘streaming’ no pueden con los congresos

En 2017, según los datos de la International Congress and Convention Association, hubo en el mundo 12.558 congresos de asociaciones internacionales. España acogió 564 de esas reuniones, el cuarto puesto del ránking, solo por detrás de Estados Unidos con 941 eventos, Alemania (682) y Reino Unido (592). Y Barcelona conquistó el primer puesto entre las ciudades más atrayentes, con 195 eventos, por delante de París y Viena.

Mezcla de turismo, negocios y formación, el sector de los congresos sigue bastante animado, a pesar de la crisis y del streaming. Y en él, el ámbito médico-sanitario es de los más relevantes, suponiendo casi la cuarta parte de la actividad congresual en España.

Aun así, ante el anuncio o invitación a un congreso autonómico, nacional o europeo de la especialidad, siempre se plantean preguntas sobre su utilidad: la asistencia implica una inversión de tiempo y dinero, dos bienes muy escasos en estos tiempos, y en ocasiones no cumplen las expectativas profesionales y académicas. Desde hace años, los más críticos se vienen quejando de unas cuotas de inscripción abusivas y de presentaciones reiterativas y sin interés. Algunos resumen un congreso médico en comidas, copas y turismo. Para estar al día -dicen- basta con bucear en Pubmed.

El gran debate se centra sin embargo en la financiación: como informamos, una gran mayoría de los asistentes van invitados por laboratorios. ¿Hasta qué punto influyen en sus prescripciones? ¿No sería mejor que la Administración pública proveyera de fondos formativos para tales reuniones o de incentivos para acudir a ellas?

En las circunstancias actuales, y con las correcciones éticas implantadas -léase menos turismo, copas y acompañantes-, está claro que sin el dinero de la industria farmacéutica la actividad congresual sería testimonial. Los defensores de tales citas aducen que incentivan la investigación, facilitan el conocimiento y el intercambio de puntos de vista, sobre todo entre los profesionales más jóvenes. Y ya se sabe que su gran utilidad suele estar en los pasillos, en las relaciones que se establecen, no siempre en los salones de conferencias.

Quizá haya que seleccionar mejor las reuniones, ser más estrictos con la calidad de los contenidos y garantizar que las interferencias de la industria no condicionen a ponentes y asistentes. Seguramente lo virtual irá creciendo, pero no es fácil que supere los contactos presenciales.

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