PREGUNTA. En su labor en el ámbito filosófico, el mindfulness es una de sus herramientas principales. ¿Cómo lo resumiría para quienes no dominan el concepto?
RESPUESTA. Significa la capacidad de tener una atención o conciencia plena para observar la realidad de los hechos tal y como son. Una observación pura sin el filtro de nuestros condicionamientos, juicios y conclusiones previas que conforman todas nuestras proyecciones mentales y que inevitablemente distorsionan nuestra percepción de la realidad. En definitiva, supone la misma actitud observadora e indagadora de un científico cuando realiza la observación sin sesgos de los hechos.
“La práctica filosófica me ayuda mucho a comprender e intentar aliviar el sufrimiento humano”
P. ¿Cómo llegó a su conocimiento y, con el tiempo, a dar clases sobre él?
R. Inicialmente a partir del estudio profundo de las distintas tradiciones filosóficas orientales, ya que el mindfulness procede de forma esencial de la filosofía budista, estando englobado en la profunda dimensión de la meditación, que es una práctica esencial en muchas tradiciones milenarias, fundamentalmente orientales. Asimismo, desde el inicio de mis estudios filosóficos occidentales, he tenido un gran interés por la dimensión de la práctica filosófica, que ejemplifico inicialmente en las propuestas de Sócrates. Desde estas dos vertientes, se nos propone un profundo conocimiento de uno mismo y de la realidad de la existencia, que puede permitir al ser humano una verdadera transformación virtuosa de su vida, un arte de vivir. A partir de este trabajo personal durante años, fui desarrollando y compartiendo talleres de diálogos y practica filosófica en los que se incluían también distintas prácticas de meditación basada en el mindfulness. En esta misma línea, el pasado año publiqué un libro que resumía varios años de trabajo en la investigación sobre la cuestión del conocimiento, en el que se promueve, desde una dimensión filosófica, un diálogo integrador entre la meditación y la ciencia.
P. ¿Qué le aporta el mindfulness y sus conocimientos filosóficos en su día a día como médico?
R. La práctica filosófica me permite mejorar día a día en mi trabajo como médico. Me ayuda mucho a comprender e intentar aliviar el sufrimiento humano desde su dimensión más global. No podemos olvidar que no existen enfermedades sino seres humanos que presentan una disfunción o enfermedad. A la vez, mi vocación médica y científica me ha permitido comprender más finamente la dimensión filosófica de la existencia y vivir tanto en primera persona como en mi relación con los demás la práctica filosófica. Como decía Galeno, en el siglo II d.C., dado que el médico precisa del conocimiento de lo que es verdadero, la práctica de la virtud y el desarrollo de la lógica, “quien es un verdadero médico es siempre un filósofo”. Por ello, filosofía y medicina han sido disciplinas que han estado muy unidas a lo largo de muchos ejemplos de la historia.
“EEl arte de vivir virtuosamente se refleja en el sistema sanitario y en la excelencia profesional”
P. Entre los médicos, ¿existe buen conocimiento del mindfulness?
R. Sinceramente, creo que no existe un conocimiento profundo entre mis colegas. El mindfulness es un verdadero y virtuoso arte de vivir y, por lo tanto, les animo a trasladar ese arte de vivir al arte de la medicina y la cirugía.
P. De todas las enseñanzas, conocimientos, etc. del mindfulness, o filosóficos, ¿cuál cree que es más necesario en la sociedad actual?
R. Para mí, indudablemente y de forma esencial, es la práctica filosófica dirigida al conocimiento o comprensión profunda de las distintas dimensiones y realidades tanto del ser humano como de la vida que nos rodea en una intensa interdependencia. Como diría Sócrates, la virtud es una consecuencia natural del conocimiento profundo de uno mismo. Y ciertamente, el ser humano vive en un momento clave de la historia en la que el conflicto y el desorden de nuestras existencias puede hacer peligrar nuestra propia vida y la de nuestro planeta.
P. ¿Y en los sistemas sanitarios?
R. Ese arte de vivir virtuosamente que nos puede aportar la práctica filosófica, se reflejaría de forma clara y rotunda en nuestros sistemas sanitarios, tanto en la excelencia científica de los profesionales, como en la dimensión ética y vocacional que compartimos con todos los estamentos. Además, tendríamos la claridad y la inteligencia creativa de aportar excelencia y efectividad, que incluso desde un punto de vista económico, sería claramente provechoso para poder utilizar y repartir con la mayor justicia posible todos los recursos tan necesarios en los sistemas sanitarios. Todo ello nos permitiría mantener uno de los mayores logros de nuestra sociedad: una medicina con una inequívoca vocación de universalidad.
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