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Vacunación: una responsabilidad individual, pero también colectiva

Existen dos medidas en salud pública que han tenido un extraordinario impacto en la salud de los ciudadanos: la potabilización del agua y la vacunación. En el último decenio, la combinación de inmunización y otros cuidados de salud, más la implementación de intervenciones para el desarrollo, como el mejor acceso al agua salubre y saneamiento y la mejor higiene y educación, han conseguido descender el número anual de decesos de niños menores de 5 años de unos 9,6 millones en 2000 a 7,6 en 2010, a pesar de que el número de nacimientos ha aumentado.

Las vacunas son uno de los mayores éxitos de la medicina moderna. En las últimas décadas, la inmunización ha logrado objetivos significativos para la vida, como erradicar la viruela, la reducción de la incidencia mundial de la polio en un 99 por ciento, la enfermedad, discapacidad y muerte a causa de la difteria, tétanos, sarampión, tosferina, Haemophilus influenzae tipo b (Hib) o la meningitis meningocócica.

Las vacunas son uno de los mayores éxitos de la medicina moderna: la inmunización ha logrado objetivos claves para la vida

La vacunación es un componente esencial del derecho humano a la salud, además de responsabilidad de individuos, comunidades y gobiernos. Sin embargo, las enfermedades prevenibles con vacunas siguen siendo una de las causas principales de morbimortalidad. La adopción de nuevas vacunas por parte de los países con ingresos medios y bajos, dónde la carga de enfermedades suele ser más alta, ha sido más lenta que en los países con ingresos más altos. Estas diferencias se dan también entre regiones dentro de un mismo país. Las evaluaciones en el Reino Unido y Suecia tienen la eficiencia como criterio de decisión. En España, el uso de la eficiencia como criterio no está instaurado de manera sistemática. La falta de una estandarización en la evaluación de las vacunas ha sido identificada como causa de heterogeneidad e inequidad de programas de inmunización.

Se pueden observar variaciones y disimilitudes entre calendarios vacunales, y su establecimiento no parece ser muy transparentes en muchos países. Además, encontramos diferencias entre coberturas vacunales, aunque a veces las comparaciones son complicadas, ya que cada país publica la información en diferentes formatos. La cobertura para las vacunas no incluidas en calendarios vacunales es mucho menor que para aquellas que están incluidas.

Recomendar, no obligar

Y qué nos encontramos en España: que las vacunas que están en calendario y que se administran en la infancia tienen una cobertura de inmunización elevada para las primovacunaciones, aunque se detectan cifras ligeramente inferiores para las primeras dosis de recuerdo; las que se administran en poblaciones de riesgo (la de la gripe) alcanzan coberturas variables e inferiores a las deseadas. Las tendencias de incidencia de enfermedades inmunoprevenibles en España varían, dependiendo de factores como la cobertura vacunal, la gente que decide no vacunar a las personas a su cargo o a sí mismos, la efectividad vacunal, la capacidad de los microorganismos para adaptarse al medio desarrollando mutaciones y la integridad del sistema inmunitario de la persona.

En la teoría de juegos se analiza el caso del ‘gorrón’: si todos se vacunan, no hace falta que lo haga yo

Una mano invisible nos lleva a hacer cosas necesarias para la vida. Pero, ¿lo arregla todo?: a veces sí, pero no siempre. El puro interés individual por atajar las consecuencias de la enfermedad protege, en el caso de las vacunas, a los no directamente vacunados, contribuyendo al beneficio colectivo. En la teoría de juegos se estudia el caso del gorrón o freerider, aquel que intenta pasar inadvertido para aprovecharse del beneficio colectivo, sin contribuir a él en su parte alícuota: si todos se vacunan, no hace falta que lo haga yo.

Hoy, en España, ninguna vacuna es obligatoria. El uso de recomendaciones es preferible a las medidas coercitivas. Cada vez se lleva peor sufrir perjuicios por razones de beneficio público, pero estamos encantados de recibir las consecuencias sociales positivas generadas por el sacrificio de los demás. Sin embargo, de la colectividad recibimos muchos beneficios y por eso estaríamos “obligados” a contribuir al bien colectivo. Las cargas públicas deben distribuirse equitativamente, porque, en caso contrario, no serían justas. No debe fiarse sólo a la voluntariedad lo que en el fondo es un deber de justicia. La “mano invisible” de Adam Smith consigue casi la misma distribución que la justicia. Pero sólo casi.

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