Numerosas y diversas novedades se van sucediendo en el abordaje del cáncer de mama, en sus múltiples tipos, lo que sumado a las innovaciones que se han registrado en los últimos años, abre nuevas expectativas para el tumor más prevalente en la mujer.
Los profesionales que han participado en la reunión de conclusiones que el Grupo Español de Investigación en Cáncer de Mama (Geicam) ha extraido de la última reunión sobre esta enfermedad celebrada en San Antonio, Texas, Estados Unidos, han revisado los estudios cuya evidencia científica “entrañan un cambio de estrategia terapéutica”, ha señalado Ana Lluch, miembro del Comité Científico de Geicam y coordinadora de la jornada que se ha celebrado hoy en el Hospital Clínico de Madrid, quien ha insistido en que muchos de los datos de ensayos se han llevado a cabo, tal y como establecen los protocolos, en enfermedad metástasica, por lo que aún no se puede hablar de curación sino más bien de “paliar, de controlar síntomas en enfermedad avanzada”.
Luz para el triple negativo
La oncóloga se ha referido, por ejemplo, a la importancia de las recientes investigaciones en cáncer de mama triple negativo, uno de los “caballos de batalla” en este ámbito por sus, hasta ahora, escasas posibilidades terapéuticas, y que en España afecta a entre el 12 y el 15 por ciento de la mujeres. Se trata de un tumor con el pronóstico más peyorativo, por lo que “nos sentimos huérfanos en las consultas”.
Sin embargo, la revolución que ha supuesto la inmunoterapia en otros cánceres empieza a reflejar aspectos positivos en el triple negativo, “el tumor que más mutaciones y aberraciones acumula, fundamentalmente el inmunogénico. Partiendo de la base de que su comportamiento molecular es muy similar al melanoma y al cáncer de pulmón, los investigadores se centraron en la utilidad de los denominados ‘checkpoints’ como vía para este tumor mamario.
La inmunoterapia con atezolizumab, unida a quimoterapia con nab-paclitaxel, ha reforzado la supervivencia en triple negativo con expresión del biomarcador PDL1
Así, el estudio IMpassion 130, ensayo clínico en fase III, ha demostrado que añadir a la inmunoterapia con atezolizumab, un anti-PDL1, a la terapia inicial con quimioterapia, nab-paclitaxel, eleva la supervivencia frente a la tradicional quimioterapia sola en enfermedad metastásica. “El avance se traduce en una supervivencia global de 25 meses, frente a los 9-12 meses que se consigue con quimioterapia sola”, señala Lluch, quien matiza que, de momento, el beneficio se ha observado en el subgrupo de mujeres que expresan el biomarcador PDL1, que supone entre el 40-50 por ciento del total de afectadas por el triple negativo.
La profesional también ha adelantado que este año comenzarán más ensayos en triple negativo con otras moléculas, como pembroluzimab, en primera línea, y se podrían conocer los primeros datos de ensayos clínicos, aún abiertos, de inmunoterapia en adyuvancia y neoadyuvancia en enfermedad inicial.
Enfermedad residual
Otro estudio fase II, el Katherine, ha comprobado por primera vez que en mujeres con cáncer de mama HER2 positivo (entre el 15-20 por ciento de las mujeres con cáncer de mama) con enfermedad residual después de cirugía, la administración de una molécula, conocida entre los profesionales como “caballo de Troya, reduce el riesgo de recaída en más de un 30 por ciento, fenómeno que se ha comprobado en todos los subgrupos. “Utilizando un el anticuerpo conjugado T-DM1, anticuerpo más quimioterapia en un solo fármaco, se consigue un doble bloqueo, lo que beneficia a cerca de un 40 por ciento de mujeres en las que se aprecia enfermedad residual. Esta posibilidad es una de las grandes aportaciones ya que la enfermedad podría convertirse en curable”.
Posibilidad de evitar linfadecnectomía
Ana Lluch también se ha referido a un aspecto que, poco a poco, podría ir imponiéndose en el abordaje quirúrgico tras el consenso entre cirujanos y oncólogos. La linfadenectomía tradicional, tras comprobar la existencia de ganglios afectados, podría ser prescindible, si se cumplen, no obstante, una serie de requisitos, pues numerosos estudios están observando que “la presencia de uno o dos ganglios afectados no influye en la supervivencia”.
Estos datos refuerzan trabajos anteriores y podrían variar la práctica clínica, aunque, según Lluch, “sí sería necesario irradiar la axila, hecho que debe controlarse exhaustivamente por la posibilidad de lindefema, y recibir tratamiento sistémico. En principio, la no extirpación de esos ganglios afectados se podría realizar en cánceres de mama infiltrantes ‘in situ’.
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