Para entender la magnitud del potencial disruptivo de la sanidad digital hay que mirar fuera de nuestras fronteras. Aquí, las iniciativas públicas y privadas en este sector son todavía escasas y, salvo contadas excepciones, de escala menor. Fuera, es ya una gran industria que anuncia una revolución en los modelos de negocio de prestación de servicios sanitarios en la que los formatos digitales de asistencia remota son cada vez más utilizados.
En los Estados Unidos la inversión de capital-riesgo en sanidad digital continúa la senda de crecimiento observada en la última década y se prevé (Rock Health) que alcanzará los 7.000 millones de dólares en 2018. El valor en bolsa de Teladoc, una de las grandes empresas americanas de telemedicina, se ha doblado en el último año hasta alcanzar los 5.300 millones de dólares. Estados Unidos gasta 3.5 billones de dólares en sanidad anualmente (unos 10,800 dólares per cápita) y los startups, los gigantes digitales americanos (Amazon, Google…) y las grandes empresas tecnológicas y de telecomunicaciones quieren un pedazo del pastel.
En los últimos años, sin embargo, la mayor revolución está ocurriendo en economías emergentes y, muy especialmente, en China. WeDoctor (Guahao), una empresa aún en manos privadas que ofrece teleconsultas y agendamiento de servicios médicos presenciales, acaba de recibir una inyección de 500 millones de dólares que supone una valoración por encima de los 5.000 millones. Ping An Good Doctor, otro operador chino de telemedicina que también ofrece diversos servicios online-to-offline, cotiza ya en la bolsa de Hong Kong y ha anunciado recientemente resultados semestrales. Más allá del valor de la empresa, vale la pena detenerse en los indicadores que muestran la dimensión de sus operaciones, que son ligeras en activos físicos (un modelo de negocio muy diferente al de los tradicionales prestadores de servicios de salud, como las grandes cadenas hospitalarias) y que se caracterizan por aplicar un modelo de plataforma o ecosistema en el que interactúan compañías de seguros, hospitales y otros proveedores de servicios. Según datos de la propia compañía, Ping An tiene 230 millones de usuarios registrados, 50 millones de usuarios activos por mes, y presta 530.000 consultas por día (cerca de 200 millones de consultas médicas por año).
Un informe de McKinsey de 2012 ya predecía la gran expansión del gasto sanitario en China, con una proyección de tasa de crecimiento anual compuesto del 12 por ciento que puede llevar el gasto a alcanzar 1 billón de dólares en el año 2020 y 2.3 billones en el 2030. El gran tamaño que están alcanzando ese mercado y sus nuevos gigantes digitales (que se han beneficiado de las políticas proteccionistas aplicadas por su gobierno), hacen suponer que la sanidad digital va a tener en China un polo alternativo al más conocido y asentado de los Estados Unidos.
Ping An anuncia una expansión internacional, por el momento limitada al Sudeste asiático pero que en un futuro próximo podría tener en su punto de mira la penetración en el gran mercado de países emergentes en Asia, África y Latinoamérica, apalancándose en un modelo de negocio probado en el mercado local que ofrece servicios a gran escala y precios asequibles y que tiene, por tanto, mayor probabilidad de éxito en países y segmentos de población de rentas medias y bajas que los modelos de telemedicina norteamericanos, muchos de ellos basados simplemente en servicios de teleconsultas -dominando las realizadas a través de videoconferencia- que tienen costes y precios más elevados.
La revolución digital está redibujando el panorama competitivo en múltiples industrias y sectores de actividad, permitiendo la entrada y crecimiento en ellos de nuevos tipos de jugadores. La Sanidad no es una excepción.
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