Hace aproximadamente una década, en España empezó a oírse la palabra chemsex, una práctica que generalmente se da entre hombres que mantienen sexo con hombres y en la que se combinan determinadas drogas psicoactivas con el fin de facilitar, potenciar o prolongar el encuentro sexual. No obstante, las cifras se han disparado en el último lustro con la llegada de las aplicaciones móviles enfocadas a la búsqueda de parejas sexuales y la pérdida de miedo al sida, fundamentada en la eficacia de los tratamientos antirretrovirales. “Se calcula que uno de cada diez pacientes infectados por VIH practica chemsex”, explica a DM Ignacio Pérez Valero, del Servicio de Medicina Interna del Hospital Universitario La Paz (Madrid).
El también investigador subraya que el principal problema de este ritual es que está haciendo aumentar la incidencia de infecciones de transmisión sexual (ITS), “incluida la hepatitis C, con el problema de salud pública que ello genera”. Y es que, en muchas ocasiones, las relaciones se mantienen sin protección, fruto del influjo de las drogas.
Según Pérez Valero, no hay datos a nivel general, pero sí se han registrado los acaecidos entre el colectivo de hombres homosexuales: entre un 30 y un 40 por ciento lo practican de forma regular. Y siempre con tres sustancias implicadas: el GHB (gamma-hidroxibutirato) o GBL (gamma-butirolactona), íntimamente relacionados entre sí; la metanfetamina, y la mefedrona. “Si bien es cierto que existen otras sustancias que se usan con frecuencia en este entorno, y que van desde los potenciadores sexuales como el sildenafilo o cualquier análogo de Viagra, hasta distintos tipos de vaporizantes, como los poppers, pasando por sustancias más clásicas como el alcohol y la cocaína”, recuerda.
Las tres primeras empezaron a relacionarse con el chemsex a partir de 2006. “En el Reino Unido en esa época se contabilizaron cero pacientes que usaban mefedrona. Diez años más tarde, las cifras de consumidores que usaban esta droga de forma regular superaban los 300.000, un incremento muy significativo”, observa el portavoz de La Paz.
Interferencias
Ante esta situación los especialistas deben observar si existen interacciones entre los antirretrovirales y estas drogas en los casos de VIH. “Algunas de estas sustancias, como la quetiapina, pueden interferir con aquellos tratamientos de mayor potencia, por ejemplo cobicistat o ritonavir. Debemos intentar que no se combinen”, recomienda Pérez Valero.
Según su experiencia, no hay estudios que hayan valorado los efectos de usar estas sustancias junto con los tratamientos mencionados, “pero por datos in vitro de su metabolismo se estima que el uso concomitante de ambas puede aumentar la concentración de la droga y, por lo tanto, potenciar sus efectos”, comenta. No obstante, las sobredosis y complicaciones graves por chemsex que se ven en urgencias suelen estar más relacionadas con la combinación del alcohol con GHB o GBL que con la potencial interacción de los antirretrovirales. “En cualquier caso, los especialistas intentamos no ofrecer ese tratamiento problemático que he mencionado anteriormente en los casos en los que detectamos la práctica de chemsex”, señala.
Cambio de comportamiento
El principal signo de alerta para los clínicos es el cambio repentino del comportamiento de sus pacientes. “Es frecuente que vengan irritados, con problemas de atención, habiendo sufrido recientemente una ruptura de pareja o un despido laboral…”. En opinión del especialista, son señales indicativas de que el chemsex ha empezado a ser problemático.
“Para saberlo con mayor certeza, nosotros preguntamos de forma rutinaria a algunos de nuestros pacientes por el consumo de todo tipo de sustancias, y específicamente por su uso durante las prácticas sexuales. En especial, consultamos a aquellos sobre los que albergamos sospechas, y también a aquellos con ITS, como los infectados por VIH”, explica.
En cualquier caso, según su experiencia, la práctica del chemsex no tiene por qué ser siempre problemática: “Hay una primera fase o un perfil de personas que lo utilizan para mejorar la experiencia sexual. Muchas de ellas emplean estas drogas exclusivamente cuando van a tener relaciones sexuales, de forma muy ocasional. No tienen datos de dependencia, ni síntomas de abstinencia. En definitiva, su consumo está controlado”, afirma Pérez Valero.
Teniendo en cuenta estos perfiles, los sanitarios tienden a ofrecer información completa sobre lo que ocurre si se practica chemsex sin tomar las debidas precauciones. “Es la única opción que está en nuestra mano para minimizar riesgos, y evitar complicaciones como sobredosis o el contagio de ITS”, indica. A todos ellos se les recomienda realizar una prueba de despistaje de infecciones de transmisión sexual cada tres meses para que si se da algún caso de contagio, se aborde de forma precoz y se evite el contagio.
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