Un estudio desarrollado por investigadores de la Unidad de Memoria del Hospital de la Santa Cruz y San Pablo de Barcelona, publicado en The Lancet Neurology, demuestra que la determinación de los niveles en plasma del biomarcador NfL (cadena ligera de neurofilamentos) permite el diagnóstico precoz de la enfermedad de Alzheimer (EA) en personas con síndrome de Down (SD). Se trata de la primera prueba de que un nivel incrementado de esta proteína es indicativo de la presencia de deterioro cognitivo leve (DCL), o Alzheimer prodrómico.
Rafael Blesa, director del Servicio de Neurología del centro y líder del estudio, destaca que “a diferencia de las proteínas amiloide y tau, marcadores habituales de la enfermedad en líquido cefalorraquídeo, la NfL es la única que se comporta como un biomarcador en plasma, al ser capaz de diferenciar entre personas sin patología y las que comienzan a sufrir la fase prodrómica”.
“La NfL es la única proteína que se comporta como un biomarcador en plasma, al ser capaz de diferenciar entre personas sin patología y las que comienzan a sufrir la fase prodrómica”
La NfL es una de las estructuras filamentosas presentes en los axones neuronales que permiten el paso de la información entre neuronas. Desde hace pocos años se sabía que su alteración era un signo de neurodegeneración, “no sólo en la EA, sino también en otras enfermedades neurodegenerativas, como la atrofia muscular infantil, patologías crónicas como la esclerosis lateral amiotrófica o la esclerosis múltiple, e incluso en situaciones agudas, como los cuadros confusionales tras intervenciones quirúrgicas”, señala Blesa.
Sin embargo, hasta hace poco este neurofilamento era poco conocido, al ser una partícula tan pequeña que era difícil de detectar y cuantificar. El desarrollo de la tecnología Simoa (single molecule array) en los últimos tres años ha permitido hacerlo, tanto en LCR como ahora en plasma. Esta capacidad de ‘filtrarse’ al plasma –a diferencia de las proteínas amiloide y tau- de la NfL la convierten en un biomarcador con una sensibilidad y especificidad del 90 por ciento para determinar el riesgo de desarrollar EA.
Neurofilamento en LCR y plasma
Gracias al convenio entre el Hospital de San Pablo y la Fundación Catalana Síndrome de Down, este estudio es el de mayor participación de personas con este trastorno genético (282 estudiados con plasma y 94 con LCR). Todos ellos fueron sometidos a test neuropsicológicos, resonancia magnética, PET de amiloide y estudios de proteínas amiloide, tau y NfL en LCR y plasma.
La comparativa de las concentraciones de estas proteínas mediante Simoa mostró que todas ellas eran capaces de diferenciar entre las personas con Down normales y las que comenzaban a desarrollar EA. “Lo novedoso fue el estudio en plasma, ya que sólo el neurofilamento fue capaz de hacer esta diferenciación”. A la vista de ello, “la gran aportación de este trabajo es que podemos hacer un diagnóstico muy precoz de la EA con la determinación de una proteína en plasma, de forma más accesible y barata”.
Los resultados abren grandes expectativas sobre la utilización de la NfL para la detección del Alzheimer en población general pero Blesa se muestra tajante: “De ninguna manera se puede hacer una extrapolación directa de los resultados. Nuestro estudio es en personas con Down y controles de la misma edad. Todavía está por hacer uno similar en población general”.
Un modelo de estudio
Lo cierto es que el síndrome de Down es hoy un modelo biológico para el estudio de la EA, por su elevada prevalencia en esta población, aunque la presentación de signos y síntomas en esta forma genética de la enfermedad es más temprana que en la forma esporádica. De hecho, la mayoría de las personas con SD ya tienen un notable acúmulo cerebral de amiloide a los 40 años, la clínica de deterioro cognitivo comienza en torno a esa misma edad y aproximadamente el 80-90 por ciento ya presentan Alzheimer establecido a los 65 años.
La mayoría de las personas con síndrome de Down ya tienen un notable acúmulo cerebral de amiloide a los 40 años, y entre el 80 y el 90 por ciento presentan Alzheimer establecido a los 65 años
“De ahí la importancia de ser capaces de hacer un diagnóstico precoz con esta determinación en personas de 30-35 años. Aquellos que tengan niveles elevados de este neurofilamento serían candidatos a participar en ensayos clínicos con intervenciones farmacológicas, nutricionales, modificación del estilo de vida… Con todo aquello que pensemos que puede contribuir a frenar la enfermedad”, remarca Rafael Blesa.
El estudio publicado en The Lancet Neurology expone los resultados del primer año de seguimiento de esta cohorte, aunque tendrá una duración de tres años y se prevé que incluya cerca de un millar de participantes. El proyecto está financiado con una beca de la Fundación Bancaria “la Caixa” y también ha recibido aportaciones del programa televisivo “La Marató”, del canal autonómico TV3, y del Instituto de Salud Carlos III.
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