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“Me siento más segura en la cárcel que en el ambulatorio”

Desde julio de 2007, el Hospital Reina Sofía, de Córdoba, presta atención sanitaria una vez por semana en el Centro Penitenciario de Alcolea realizando una media de 250 a 300 consultas al año. El Centro cuenta actualmente con una población total de 1.330 internos, de los cuales 136 se encuentran clasificados en tercer grado y 221 disfrutando de libertad condicional.

PREGUNTA. ¿Qué tipo de atención sanitaria requieren las personas internas en un centro penitenciario?
RESPUESTA. Todo tipo de atención sanitaria. En los centros penitenciarios existe un cuerpo de personal sanitario que funciona como un Centro de Salud de Atención Primaria. Hay facultativos de AP, personal de enfermería y consulta de urgencias. Cada facultativo pasa consulta a diario y en función de la patología detectada se procederá a la prescripción del tratamiento adecuado o se derivará al especialista mediante interconsultas. En el caso de Salud Mental, se programa para consulta con Psiquiatría.

P. ¿Cuáles son las patologías que más diagnostica?
R. Cada vez existen más internos con patología psiquiátrica -trastornos psicóticos, esquizofrenias paranoides y hebefrénicas, trastornos afectivos bipolares y trastornos de personalidad cluster B-así como mayor prevalencia de enfermedades infecciosas y patologías derivadas del consumo perjudicial de tóxicos, o patologías duales que requieren atención especial en este medio. Es habitual, además, que presenten síntomas ansiosos, adaptativos o afectivos al verse alejados de su vida, de sus familias y privados de libertad. En este marco es frecuente la prescripción de psicofármacos.

“Cada vez existen más internos con patología psiquiátrica, infecciosa y por drogadicciones”

P. ¿Y los tratamientos que lleva a cabo?
R. Una vez valorado al paciente, si precisa, se pauta tratamiento psicofarmacológico. Uno de los principales problemas es el mal uso de los mismos -ya que en muchos casos se utilizan como moneda de cambio en este ámbito-; otro es la falta de adherencia de los pacientes con enfermedades mentales graves. En estos casos, no existe conciencia de enfermedad y, por tanto, no contemplan la necesidad de tratamiento, por lo es necesario que la toma del mismo sea supervisada por enfermería. Entre los motivos de descompensación de nuestros pacientes está el abandono de los tratamientos. Aparte de los psicofarmacológicos, son necesarios tratamientos a nivel psicológico, social y ocupacional.

P. ¿Cuáles son las principales necesidades de los internos?
R. Precisan recursos sociales adecuados y que se les garanticen unos cuidados y una estabilidad. Lamentablemente, muchos terminan en prisión por encontrarse en la calle, sin recursos socioeconómicos, sin tratamiento y terminan cometiendo algún delito; o, en otros casos, por medidas de seguridad establecidas por el juez y que se cumplen en prisión en lugar de en centros adecuados para estos pacientes.

P. ¿Hasta qué punto es importante el entorno del paciente?
R. Valorar al interno en su entorno, conocer la situación real que estaban viviendo, así como tener una buena coordinación con el personal del centro tanto de apoyo como sanitario es crucial, ya que son las personas que más pueden ayudar y colaborar en la recuperación del interno. El ambiente del paciente ayuda a entender muchas situaciones y realidades del interno, que se encuentra en un ambiente hostil, extraño y lejos de su familia.

“Los internos disruptivos y que agreden a los funcionarios no suelen ser enfermos mentales”

P. Ante el aumento de las agresiones a funcionarios de prisiones, ¿usted se encuentra segura ejerciendo su labor allí?
R. En estos once años nunca he visto mermada mi seguridad; muy al contrario, los internos a los que he atendido se han mostrado respetuosos y agradecidos. En este sentido, no hay ninguna medida de seguridad especial. La consulta se pasa en el módulo de enfermería como cualquier consulta ambulatoria.

P. Dado el incremento de las agresiones a sanitarios, ¿usted se ha encontrado en esa tesitura?
R. Aunque parezca increíble he sufrido más situaciones amenazantes y en las que he temido por mi integridad en la consulta del centro de especialidades donde llevo a cabo mi labor asistencial que en el Centro Penitenciario. En estos casos, las amenazas y agresiones no se han llevado a cabo por enfermos mentales graves, sino por personas que utilizan los sistemas de salud para exigir tratamientos y derechos.

P. ¿Qué opina del estigma de la enfermedad mental?
R. Me gustaría romper una lanza a favor de una mirada sin el estigma que existe sobre el enfermo mental. Un enfermo mental no es agresivo por naturaleza. En los centros penitenciarios, los internos disruptivos y que protagonizan agresiones a los funcionarios y personal no suelen ser enfermos mentales. Tenemos que aceptar y tener en cuenta que la maldad en la persona existe, lejos de justificarse en una enfermedad mental.

P.¿Cómo piensa que debe hacerse la reeducación y reinserción de estas personas?
R. Instituciones Penitenciarias está llevando a cabo programas cada vez más adecuados para favorecer la reeducación y la reinserción de los internos en función de los delitos por los que se encuentran cumpliendo condena. En especial, con los enfermos mentales existen programas específicos y multidisciplinares para que reciban una atención adecuada orientada a su recuperación, tanto a nivel psicopatológico como social y familiar. Aun así, hay que contar con el interés del interno en trabajar determinados aspectos y en querer cambiar, pues no siempre están dispuestos a ello.

“Hasta hoy el trato recibido por los internos ha sido encomiable, con respeto y agradecimiento”

P. Usted defiende que hay que intervenir sobre el doble estigma que presentan estos pacientes.
R. Es muy importante intervenir sobre las cargas psicológicas que presentan estos pacientes; por un lado, por internos, ya que tienen que entrar en los centros sanitarios escoltados por las Fuerzas del Orden Público y esposados; y, por otro lado, por el hecho de ser enfermos mentales. Asistiéndoles en el Centro Penitenciario se normaliza la situación, los pacientes acuden a la consulta de Salud Mental como a cualquier consulta del centro de salud, existiendo una continuidad de cuidados y un psiquiatra de referencia.

P. ¿Cómo describe esta experiencia y qué ha aprendido de ella?
R. Reconozco que al principio tenía mis temores y perjuicios debido al desconocimiento del medio y al estigma existente sobre los internos. Tras once años de asistencia puedo afirmar que es una de las mejores experiencias que he podido vivir en mi carrera profesional. Los internos son personas que por distintas circunstancias, elegidas o no, se ven abocadas a verse privadas de libertad. Una de las cosas que he aprendido es que ninguno estamos libres de vernos allí. Cualquier ayuda es enormemente valorada y agradecida. Hasta hoy el trato recibido por los internos ha sido encomiable, con respeto y agradecimiento, desgraciadamente muy distinto al que en algunas ocasiones vivimos el personal sanitario a diario en cualquier centro de salud u hospitalario. Para mí, esto es verdaderamente lamentable; nunca hubiera imaginado sentirme más segura en un centro penitenciario que en mi propio centro de especialidades. Invito a todos los facultativos que tengan la ocasión de acudir a un centro penitenciario a ejercer su profesión de ayuda a que lo hagan, pero siempre desde el respeto que merecen las personas que están allí y con la intención de ayudarles a ser cada vez mejores personas.

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