El colectivo médico no escapa a situaciones que pueden ser claramente encuadradas como acoso laboral (mobbing). Es un fenómeno creciente, que conocemos bien desde la Plataforma contra los Riesgos Psicosociales (Pridicam), donde combatimos estas situaciones desde hace más de 15 años, prestando apoyo y asesoramiento a las víctimas. Según José Antonio Flórez, catedrático de Ciencias de la Conducta de la Universidad de Oviedo, los hospitales “tienen una carencia básica:no se dialoga. ‘Esto se hace así, porque lo mando yo’, y al final todo se convierte en un asunto personal… Es como un lento asesinato laboral; te quitan la docencia, la consulta, el despacho, te colocan en el sótano…. Los demás no te apoyan, piensan que será conflictivo, y surgen el estrés, la desconfianza y la depresión”.
Para entender este fenómeno, es necesario apuntar a las particularidades del colectivo médico y a la incidencia que tienen esas particularidades. La estructura jerarquizada propia del sector permite al jefe de servicio o coordinador de primaria la asignación a dedo de sustituciones, cargas de trabajo (agendas), turno y número de guardias, quirófanos, peonadas, turnos de vacaciones, comisiones de servicio, grupos de investigación, asistencia a congresos y/o cursos… Y todo ello amparándose en la famosa y conocida frase lapidaria “por necesidades del servicio”. Esto provoca el deterioro profesional del médico acosado y permite la compra de voluntades entre sus compañeros, condenando, en la mayoría de los casos, a la víctima al ostracismo por ser calificado de “persona conflictiva”.
La estructura jerarquizada propia del sector permite al jefe de servicio asignar ‘a dedo’ muchos temas organizativos
Por ello, no podemos obviar los perjuicios que esto ocasiona a los facultativos, no sólo en la esfera profesional, sino también en su vida personal, social y familiar, ya que no son despreciables los casos que llegan a culminar en tentativas de suicidio… o en suicidios consumados.
Pero también hay que destacar, al mismo tiempo, una especial resistencia del médico para aceptar una propuesta de baja laboral. Los médicos somos uno de los colectivos más renuentes en esta materia y, hoy en día, aún seguimos econtrando compañeros que no quieren acogerse a una baja porque “tienen las agendas al completo, sin huecos libres, y no pueden descitar a los pacientes”, por no “sobrecargar a los compañeros”, por el “qué dirán” o por la consabida imposibilidad de asumir una merma retributiva.
Al estrés que supone vivir una situación de maltrato psicológico, que, por definición, es mantenida en el tiempo -y que no debe ser confundida con los conflictos puntuales propios de cualquier organización que trabaja con personas-, se añade el especial desasosiego que supone judicializar su situación. El médico intenta escapar de los tribunales de justicia: no les gusta esa posibilidad, les causa desconfianza, porque es un peregrinaje a veces eterno, un sobreesfuerzo personal y económico y una incertidumbre que les genera más ansiedad.
Tan sólo algunos (en torno al 4 por ciento) se atreven a comunicar su situación a la Administración y, cuando lo hacen, topan con su inacción. La Administración permanece inmóvil y silente, y para mayor deterioro del afectado, en ocasiones, castiga al médico con un expediente disciplinario. El calvario está servido.
Apoyo y formación
Aunque los sindicatos conforman la primera línea de consulta, en la gran mayoría de los casos, estas organizaciones no suelen resultar un medio eficaz para combatir situaciones de acoso laboral, tanto por la falta de medios como de formación específica en estos casos. No obstante, el abanico de opciones con las que cuenta la víctima es variado, según cada caso: desde dirigirse a la Inspección de Trabajo hasta acudir a la jurisdicción social, para determinar la contingencia profesional, o recurrir a la jurisdicción contencioso-administrativa.
Otro pilar fundamental para el abordaje de esta problema es la formación. Son necesarios cursos y jornadas específicos, dirigidos tanto a los facultativos como a los equipos directivos, con la finalidad de dotarles de instrumentos que permitan ayudar al afectado de una forma efectiva.
En definitiva, hay que ser optimistas sobre las muchas y variadas posibilidades que existen para combatir esta lacra, de forma que el médico pueda poner fin a esta forma de violencia psicológica tan extrema.
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