En el siglo XXI nadie discute que en un hospital universitario tan importante es la labor asistencial como la docente y la investigadora y que, en las tres, hay que tender a la excelencia porque cada una de ellas depende de la otra; una visión que también se va extendiendo a otros niveles asistenciales.
Prestar asistencia sanitaria de la máxima calidad va ligado a la docencia de grado y posgrado y la formación médica continuada de calidad, y también a la mejor y más avanzada investigación básica y clínica, que obliga a sus profesionales a estar permanentemente al día en sus respectivas especialidades y superespecialidades, y les permite ofrecer a sus pacientes la terapias más innovadoras.
Hoy la diferencia en la atención, especialmente en patologías graves, en el Sistema Nacional de Salud la marca el código postal y, en concreto, el formar parte o no de la población de referencia de un hospital universitario volcado en la asistencia, la docencia y la investigación de calidad.
En este periódico, que va ya camino de su 27 aniversario, hemos visto cómo estas tres patas han ido a mejor en el sector hospitalario español, especialmente la investigadora, que era la más atrasada, puesto que la asistencia y la docencia eran tradicionalmente actividades preeminentes en el nivel de la atención a agudos.
En paralelo, entre los profesionales del ámbito clínico, se ha ido extendiendo la conciencia de que tienen la obligación de investigar, lo que ha permitido que esta actividad haya ido creciendo en cantidad y calidad a lo largo de las últimas décadas, de tal manera que ver autores españoles en las mejores revistas científicas internacionales (las de mayor factor de impacto) es algo habitual. Pero queda mucho por hacer, como bien reconoce Raquel Yotti, directora del Instituto de Salud Carlos III, en la entrevista que recogeremos en esta edición.
La organización y promoción de la actividad científica dentro de un hospital no es siempre fácil, y menos tras los recortes aplicados desde 2011. Hasta ahora, la investigación ha dependido en buena parte de la voluntad, el ingenio y el esfuerzo personal y de equipo, pero, en una ciencia globalizada y muy competitiva, y con hospitales con una gran presión asistencial y listas de espera desmadradas, ya no basta con eso. Políticos y gestores tienen que dejar de ver la ciencia biomédica como un hobby de los profesionales y empezar a articular mecanismos efectivos y formales para que asistencia, docencia e investigación convivan en igualdad de condiciones, confluyan y se influencien, para bien, mutuamente.
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