El gran desafío que supone el envejecimiento de la población, asociado a una creciente situación de cronicidad y dependencia, necesita irremediablemente de respuestas proactivas y coordinadas entre los sistemas sociales y sanitario, principales actores de un modelo, tanto de prevención como de atención, que desde el ámbito comunitario definan las estrategias y herramientas para la intervención.
Desgraciadamente, las respuestas ofrecidas en nuestro país a esta realidad no están dando resultados tangibles para las necesidades emergentes asociadas a estos tres factores: ni social, ni sanitaria ni comunitariamente hablando. Por ello, la modificación de los sistemas de atención no debe plantearse sólo desde un enfoque de coordinación. La realidad nos invita a dar un paso más para alcanzar un verdadero espacio integrador que procure una atención holística y que redefina y reorganice el sistema tomando como epicentro de su acción a la persona.
Cronicidad y dependencia conforman un tándem difícilmente separable. No obstante, y aun siendo necesario el abordaje conjunto e integral de este binomio, en nuestro país, por un lado, el sistema sanitario se encarga de la atención especializada a las enfermedades crónicas y degenerativas desde la perspectiva clínica y mediante un abordaje de la enfermedad aguda, y por otro lado, el ámbito social se encarga de atender las situaciones de dependencia con base en un planteamiento desgraciadamente subsidiario, pese al reconocimiento de derecho que supuso la puesta en marcha de la Ley de Dependencia.
Sin un buen sistema social de atención a la dependencia, el sistema sanitario fracasará en su abordaje a la cronicidad
Sin embargo, cuando se entienden los múltiples aspectos relacionales que surgen de este “trágico matrimonio” entre cronicidad y dependencia (Oliva et al), se puede ver que la mayor parte de los modelos internacionales de cuidados para la enfermedad crónica han fracasado precisamente por no haber ofrecido soluciones complementarias a ambos fenómenos. Es decir, sin un nivel adecuado de servicios sociales para atender a la dependencia de las personas, los sistemas sanitarios fracasan irremediablemente en su intento de abordaje a la enfermedad crónica avanzada.
Personas, no estructuras
Los intentos de coordinación han pretendido la unión coyuntural de dos cauces de ríos diferentes, que nacen de montañas distintas y que sólo en parte de su recorrido transcurren en paralelo, no logrando implantar este proceso de forma continuada ni sistemática. Seguimos mirando hacia las estructuras en lugar de hacia las personas.
Cuando hablamos de “cuidado” en la enfermedad crónica avanzada, tendemos a vislumbrar sólo los cuidados sanitarios, olvidando que los cuidados que pueden y deben proporcionar el ámbito social y el comunitario son tan relevantes y necesarios como los que debe prestar el sector sanitario, porque cada uno de ellos cubre necesidades diferentes que son de carácter complementario y no sustitutivo.
Hay que crear un verdadero sistema de servicios sociales, no el modelo de prestación de concesiones en que se ha convertido
Ante esta realidad, es precisa la implantación de un modelo de atención integrada, y las palancas de cambio para lograr el viraje seguramente pasen por varios puntos. En primer lugar, definir e identificar las necesidades reales, y no sólo desde el punto de vista sanitario, sino también desde el punto de vista social y comunitario, prestando la atención a lo largo del continuum asistencial, con la persona como centro, y dejando actuar a aquel dispositivo con capacidad para cubrir las necesidades concretas de forma coordinada y efectiva. En segundo lugar, modificar el modelo de organización de los servicios sociales actuales hacia un verdadero sistema de servicios, como es el sanitario (y no en el sistema de concesión de prestaciones en el que se ha convertido actualmente), y modificar también el modelo de gestión, creando estructuras de gobernanza entre los sistemas. Por último, hay que apostar, de una vez por todas, por aumentar la oferta de servicios sociales, especialmente en lo relacionado con la atención en el entorno comunitario.
Como dice Fernando Fantova, debemos saber interrelacionar dinámicamente actividades profesionales de alto contenido relacional con procesos automatizados de control de situaciones y respuesta a necesidades, haciendo posible una oferta de cuidados y apoyos que logre hacer sostenibles nuestras vidas autónomas.
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