“Come poco y cena más poco, que la salud de todo el cuerpo se fragua en la oficina del estómago”. Estos consejos escritos hace cuatros siglos aún mantienen intacta su vigencia, con más relevancia hoy gracias a una nueva investigación que explica cómo a medida que se envejece reducir la ración del plato beneficia a las células y tejidos del organismo.
Los datos aportados por este nuevo estudio, encabezado por Juan Carlos Izpisúa, del Instituto Salk, en La Jolla, son contundentes: escatimar en las calorías que se ingieren a diario mejora el sistema inmunológico, reduce la inflamación en todo el cuerpo, retrasa las enfermedades que aparecen con la edad y, en general, favorece una vida más larga y sana. Así lo demuestra con un detallado análisis de diferentes tipos celulares de ratas.
Hace tiempo que se intenta acotar científicamente el efecto de la restricción calórica en el envejecimiento. El bioquímico estadounidense Clive M. McCay fue pionero con sus estudios en la década de 1930, con los que demostró que reducir las calorías en ratas las hacía vivir de unos tres años a cuatro.
Desde entonces, estos hallazgos se han reproducido en diferentes modelos animales, incluidos monos, donde también se ha visto que además de sumar años, la restricción calórica retrasa la aparición de enfermedades típicas de la vejez, como el cáncer, la diabetes o la demencia.
Con este nuevo trabajo, se explica el efecto a nivel celular de ingerir un tercio menos de la cantidad normal de comida. “Nuestros resultados identifican gran cantidad de características asociadas a la edad y que se evitan con la restricción calórica a nivel molecular, celular, tisular y del organismo. Entre ellas, se incluye la senescencia celular, el agotamiento de células madre, la inflamación crónica y la comunicación aberrante entre células”, escribe en un email Juan Carlos Izpisúa.
Estos hallazgos se publican en Cell. Son también autores del estudio Concepción Rodríguez, investigadora en el Salk, y tres científicos postdoctorales del Laboratorio de Expresión Génica de Izpisúa, que ahora llevan sus propios programas de investigación en la Academia de Ciencias China.
El estudio se planteó con dos grupos de ratas: a uno de animales jóvenes se lo alimentó con normalidad y el otro recibió un 30% de calorías menos de la dieta normal desde los 18 meses de vida a los 27, lo que traducido al tiempo humano equivaldría a entre los 50 y los 70 años.
Mediante una tecnología de secuenciación génica, analizaron un total de 168.703 células de cuarenta tipos diferentes, desde células del hígado y riñón a las de médula ósea, piel y cerebro.
Después, compararon lo que ocurría en cada célula al principio y al final del estudio, entre ambos grupos. Al envejecer, se constataron diversos cambios en las células de las ratas que no siguieron una dieta restringida, pero más de la mitad de esos cambios en la composición celular no se encontraban en los animales que comieron menos; de hecho, muchos de sus tejidos se parecían a los de las ratas jóvenes.
Por tipos celulares, las más “sensibles” a la restricción calórica fueron las que estaban relacionadas con las defensas o inmunidad, la inflamación y el metabolismo de la grasa. “El descubrimiento principal en el estudio es que el aumento de la respuesta inflamatoria durante el envejecimiento podría ser suprimido sistemáticamente por la restricción calórica“, dice una de las autoras principales, Jing Qu, profesora de la Academia de Ciencias de China.
“El animal con restricción calórica mostró un sistema inmune muy similar al de los animales jóvenes de control”, sintetiza Izpisúa.
Ayuno intermitente
Dejar de comer un tercio de las cerca de 2.000 kilocalorías en el caso de las mujeres, y 2.200 en hombres, que consume un adulto de media, no parece la mejor manera de celebrar un 50 cumpleaños. Pero para los más voluntariosos, hay estudios sobre el llamado ayuno intermitente (en días concretos de la semana o durante periodos diarios). Izpisúa reconoce que “probablemente, si se hace durante un largo período de tiempo puede tener una base molecular muy similar a la que estamos observando durante la restricción calórica. Al final, el ayuno intermitente conduce a una reducción general en la ingesta calórica”.
No obstante, recuerda que trabajos como este en realidad aportan las bases para desarrollar medicamentos que permitan emular los efectos beneficiosos de la restricción calórica, pero sin pasar hambre.
“Muchos de estos procesos podrían ser dirigidos farmacológicamente, así como epigenéticamente. De hecho, estamos desarrollando nuevas tecnologías epigenéticas para modular la expresión de algunas de estas vías de señalización de manera segura y efectiva. Esperamos que estos enfoques específicos puedan conducir a la implementación de estrategias para aumentar la esperanza de vida y la salud”.
En concreto al centrarse en los factores de transcripción que se alteraron por la restricción calórica, destacó la modificación de los niveles del factor de transcripción Ybx1 en 23 tipos de células diferentes. De ahí que crean que Ybx1 puede ser un factor de transcripción relacionado con la edad y por ello, planean más investigaciones sobre sus efectos.
En palabras de otra investigadora del estudio, Concepción Rodríguez, “la gente dice que ‘eres lo que comes’, y estamos descubriendo que eso es cierto de muchas maneras. El estado de las células a medida que se envejece depende claramente de las interacciones con el entorno, que incluye qué y cuánto se come”.
Cervantes ahora podría aportar datos científicos a los consejos que ofrecía el Quijote. Lo que nos perdemos es qué contestaría Sancho Panza sobre la epigenética de la restricción calórica antes de partir a la ínsula de Barataria.
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