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“El colegio debe seguir siendo el bastión del humanismo médico”

Año 1898: Émile Zola publica su famoso y polémico “Yo acuso” en el diario francés L’ Aurora; España pierde Cuba, Filipinas, Puerto Rico y Guam, tras su derrota en la guerra contra Estados Unidos; a Don Miguel de Unamumo “le duele” España; en Ávila, sale a la calle el primer número del Diario de Ávila… y, en Álava, un grupo de 80 médicos de la provincia se reúnen el 5 de noviembre y constituyen formalmente el Ilustre Colegio Oficial de Médicos de Álava (Icoma), que la pasada semana cerró, con una cena de gala, la conmemoración de sus 120 primeros años de vida. Apenas 5 años antes, en 1893, veía la luz el colegio médico pionero en España, el de Madrid, y en 1894 le siguieron hasta once nuevas corporaciones, entre ellas las de Barcelona, Pamplona, Salamanca y Tortosa.

Año arriba o año abajo, el actual presidente del Icoma, Kepa Urigoitia, puntualiza que las fechas oficiales de fundación de los colegios son relativas, en el sentido de que las corporaciones no adquieren la condición de tales hasta la publicación del “Real Decreto aprobando los Estatutos para el régimen de Colegios de Médicos y Farmacéuticos”, concretamente el 12 de abril de ese mismo año de 1898.

“El tiempo que exige la relación médico-paciente es incompatible con los recortes y la sobrecarga asistencial”

Antes de esa fecha, los colegios eran asociaciones o agrupaciones, y cuando se crea el Icoma lo hace, pues, con la consideración oficial de “colegio”; y lo hace, además, plenamente identificado con el contexto en el que vivían aquellos 80 pioneros: la sociedad alavesa. A finales del XIX, Álava tenía poco más de 95.000 habitantes, registraba una media de 200 nacimientos mensuales… y otras tantas defunciones, fruto, sobre todo, de enfermedades infecciosas. Los médicos, incluidos los 80 del Icoma, insistían en la necesidad de una buena higiene, en el saneamiento de casas y calles, en las ventajas de una buena alimentación… “El hombre entregado al imperio de la gula se abandona casi siempre al grosero atractivo de los impulsos animales”, rezaba entonces un artículo de la Revista Médica Vasco-Navarra.

Sensible al entorno

Casi siglo y medio de avances científico-médicos permiten volver los ojos a aquel contexto con cierta mirada condescendiente, pero lo que no ha cambiado, según Urigoitia, es el compromiso del colegio con la sociedad que le acoge. “El colegio -no sólo éste, sino todos- tiene que ir adaptándose a los tiempos y ser sensible a las necesidades del entorno que nos rodea. En este sentido, hemos mantenido, y seguimos haciéndolo, un contacto creciente y permanente con asociaciones de pacientes y familiares para buscar sinergias con ellos e intentar sevirles de ayuda en la satisfacción de necesidades no cubiertas”.

Y esa apertura a la ciudadanía se concreta, por ejemplo, en la Escuela de Formación del Icoma, que ha instruido ya a más de mil alaveses en aspectos como reanimación cardiopulmonar, desobstrucción de vía área y uso de desfibriladores. Además, el canal de Youtube del colegio cuelga periódicamente “consejos y orientaciones básicas sobre determinados procesos banales, que no requieren asistencia médica, pero que son importantes y preocupan a los ciudadanos que los padecen”.

Urigioitia espera que la inauguración, el pasado octubre, de una nueva y flamante sede colegial en la Avenida de Santiago de la capital alavesa “multiplique y mejore” las posibilidades de contacto con esa ciudadanía.

Testigo de la evolución

De los 120 años de vida del colegio, los últimos 14 han estado presididos por Urigoitia, y aunque no es el más veterano de España (le superan, por ejemplo, sus colegas de Vizcaya, León o Soria), esa privilegiada atalaya le ha permitido ser testigo de primera mano de la evolución del sistema sanitario en casi tres lustros.

“De una parte, el avance científico-técnico ha sido tan espectacularmente exponencial que la necesidad de formación continuada, precisamente una de las razones de ser de los colegios, es cada vez más obvia, sobre todo cuando ese avance es sólo la punta del iceberg de lo que está por venir. Por contra, el otro factor clave de la profesión médica, el aspecto humanístico, se ha resentido, y mucho, en los últimos años, y la afectación es cada vez mayor. Pese a que los niveles generales de calidad del sistema siguen siendo reconocidos internacionalmente, nuestro mayor logro, que es la atención sanitaria universal y equitativa, puede llegar a tambalearse porque el presupuesto que se invierte en sanidad sigue mermando. Y eso, en un contexto de medicina personalizada, con tratamientos nuevos y carísimos, y con una población cada vez más envejecida y mayor porcentaje de enfermos crónicos en el sistema. Si todo ello, que supone cada vez más gasto, lo afrontamos con inversiones decrecientes…, blanco y en tetra brik”.

“Nuestro mayor logro, la sanidad universal y equitativa, se tambaleará si la inversión sigue siendo decreciente”

Las rémoras que el presidente colegial detecta en el Servicio Vasco de Salud-Osakidetza (SVS-O) son “las mismas que lastran la sanidad pública en el resto del Estado. Aún estamos pagando los recortes de la crisis, que donde más se dejan sentir es, precisamente, en ese aspecto humanístico. El tiempo es un ingrediente clave para la capacidad humana de relacionarse, y el tiempo es incompatible con los recortes, la sobrecarga asistencial y la falta de médicos”.

Porque faltan profesionales, “no sé si muchos, pocos o en qué especialidades, pero sí sé que hay una preocupante falta de planificación en todo el Estado, una imprevisión oficial sobre las necesidades de especialistas actuales y futuras. Y no se ha previsto, o se ha previsto mal, porque en los cálculos ha faltado un elemento clave: la necesidad del sistema público de competir en igualdad de condiciones con muchas de las ofertas laborales de fuera de nuestro país, mucho más golosas -y no sólo económicamente-, sino en cuanto a reconocimiento profesional… y dirigidas a jóvenes acostumbrados a viajar y que dominan idiomas”.

Cercanía con el colegiado

Como no podía ser de otra forma, Urigoitia cree que aspectos básicos y nucleares del ejercicio, como “el Código Deontológico, el profesionalismo y, sobre todo, la necesidad de anteponer al paciente sobre todo, incluso sobre los propios médicos”, dan pleno sentido a los colegios médicos, hace 120 años y dentro de 240… y a unos colegios pegados al colegiado, al lugar donde ejerce: “Soy un absoluto defensor del colegio provincial, y lo soy porque la existencia de 52 entidades, grandes o pequeñas, evita la creación de macroestructuras que, a veces, son muy golosas para el desembarco de intereses ajenos a los estrictamente profesionales”.

¿Y dentro de otro siglo? ¿Cómo ve al Icoma y a las 52 corporaciones que se agrupan con él en torno al Consejo General de Colegios de Médicos? “Me gustaría que el colegio, todos ellos, mantuvieran intactos los valores que inspiraron nuestra fundación. No tengo una bola de cristal, pero no hace falta ser muy adivino para saber que, dentro de otro siglo, la inteligencia artificial y la robótica en los quirófanos habrán experimentado una evolución tal que la faceta técnico-científica de la profesión dará un giro enorme. Lo que no puede ni debe cambiar, en ningún caso, es la faceta humanística de una profesión que tiene su piedra angular en la relación médico-paciente y, por tanto, en el contacto directo entre dos seres humanos. Y los colegios seguirán teniendo el pleno sentido que tienen en la actualidad si se convierten en la salvaguarda, en el bastión, de esa relación humanística”.

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