Los microictus, ictus leves o accidentes isquémicos transitorios denominan a ictus que afectan a zonas muy pequeñas en el cerebro, muchas veces microscópicas, y que en la mayoría de los casos, suelen pasar desapercibidos en forma de malestar general, sensación de náuseas o mareos. Normalmente, remiten sin sintomatología neurológica y sin secuelas aparentes.
Sin embargo, si siguen ocurriendo con el paso del tiempo, la zona del cerebro dañada se va ampliando, por lo que comenzará a dar síntomas sutiles, en forma de cambios cognitivos o conductuales. Si la zona afectada es más grande, pueden llegar a ser físicos como alteraciones de la marcha, alteraciones para tragar líquidos o temblores.
“El cambio de personalidad se define como una alteración persistente de la personalidad que constituye un cambio con respecto al anterior patrón característico de comportamiento. Por ello, si un familiar nos advierte sobre alteraciones de comportamiento en un paciente, siempre tenemos que plantearnos la posibilidad de que haya algún daño cerebral que, probablemente, no haya dado síntomas físicos, pero que esté provocando un cambio de personalidad”, según Belén Moliner, directora médica de Vithas NeuroRHB, en Valencia.
La enfermedad vascular cerebral es una patología silente pero muy devastadora, que puede llegar a provocar cambios en la persona y hacerla una persona distinta. “La mejor forma de evitar que la enfermedad avance es la prevención primaria”, comenta la especialista.
Síntomas sutiles, diagnóstico complejo
Según Moliner, “los microictus pueden provocar cambios en la personalidad de la persona, sobre todo, en su forma de actuar, en su iniciativa o, incluso, en su manera de expresar los afectos, ya que una de las zonas cerebrales que más suele verse afectada en esta enfermedad es la estructura subcortical, que provocará un enlentecimiento progresivo en la persona, y una tendencia a la apatía”. El microictus puede provocar también alteraciones emocionales, tendencia a la irritabilidad o en algunos casos agresividad. También puede hacer que la persona tienda a estar menos prudente a la hora de relacionarse a nivel social”.
Este cambio de personalidad es muy lento y progresivo, por lo que es difícil de detectar en muchas ocasiones. Empieza con cambios sutiles y con el tiempo va acaparando de forma total el comportamiento de la persona.
Prevenciones primaria y terciaria
Diagnosticarlo y empezar a tratarlo en un servicio especializado, con apoyos de neurorrehabilitación, es realizar prevención terciaria y puede ayudar considerablemente tanto al paciente como a su familia,“ ya que puede minimizar los síntomas y mejorar la funcionalidad, aprender nuevas pautas de comportamiento y, sobre todo, a conocer y comprender la enfermedad. Una familia que conoce la enfermedad es una familia empoderada y con más recursos, y, por tanto, una familia más feliz”.
Desde Vithas NeuroRHB aconsejan, “realizarse un chequeo anual que incluya una analítica general, para revisar la tensión arterial, el funcionamiento cardiaco y los parámetros analíticos. Evitar los hábitos tóxicos, como el tabaco, las sustancias de abuso y la comida grasa en grandes cantidades, ya que aumentan el riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares y hacer deporte moderado como caminar, ya que activa la circulación de todo el organismo, lo oxigena y alimenta”.
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