Desde que la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, aseguró, en una entrevista en la Cadena Ser, que “nadie ha muerto” por culpa de la contaminación del aire, muchos expertos han salido al paso de sus palabras con datos fehacientes y evidencias científicas en la mano.
Uno de los primeros organismos en responder a Ayuso ha sido el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) que, a través de twitter, recordó que un estudio internacional reciente ha confirmado la relación entre la contaminación y el riesgo de mortalidad. Es más, según este estudio realizado en 652 ciudades, la exposición a un aire de mala calidad, incluso si se trata de pequeñas concentraciones de contaminación del aire urbano, aumenta el riesgo de mortalidad prematura.
Contaminación y salud
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También Pedro Duque, ministro de Ciencia, ha contestado a la presidenta de la Comunidad de Madrid a través de las redes sociales. “Las políticas públicas deben estar siempre basadas en las certezas que sólo nos da la ciencia. Podemos medir fehacientemente la reducción en la esperanza de vida causada por contaminación, y eso debe reflejarse en las prioridades: hagamos lo que más fomente el bien general”, ha señalado a través de Twitter, donde también se han pronunciado organismos como Greenpeace o distintos especialistas en Neumología y Salud Pública, entre otros. Todos ellos subrayan que los daños que produce la contaminación sobre la salud humana son objetivos y probados.
“En la comunidad científica no hay ninguna duda. La evidencia de los efectos nocivos que produce la contaminación es aplastante”, apunta Jordi Bañeras, cardiólogo de la unidad de críticos cardiovasculares del Hospital Vall d’Hebron, profesor asociado de la Universidad de Barcelona y miembro de la Sociedad Española de Cardiología (SEC).
Esgrime el mismo argumento Carlos A. Jiménez, presidente de la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (SEPAR): “No hay ninguna controversia. Está más que demostrado que la contaminación ambiental produce enfermedad” y graves efectos sobre todo en los aparatos respiratorio y cardiovascular.
“Sustancias como los óxidos de nitrógeno, el material particulado o el ozono troposférico son inhaladas y penetran en los pulmones y el torrente sanguíneo provocando daños que causan o potencian distintos trastornos”, explica.
Hace unos pocos días, también María Neira, Directora del Departamento de Salud Pública y Medio Ambiente de la Organización Mundial de la Salud (OMS), señalaba en este periódico que, aunque no se vea a simple vista, está comprobado que la contaminación es un “asesino” que flota en el aire: “El individuo no es capaz de detectar que hay un nivel de contaminación elevado. Evidentemente, las personas con patologías ya existentes, como los asmáticos, lo van a detectar mucho antes, al igual que aquellas personas que ejercen una actividad física que requiere una capacidad respiratoria importante, pero no es una sustancia tóxica que vemos o que tocamos. Por eso la llamamos en la OMS el asesino invisible, porque muchas veces no somos conscientes como individuo y eso hace que tampoco nos protejamos como sería aconsejable”.
Según las cifras que maneja la OMS, la contaminación ambiental provoca más de cuatro millones de muertes prematuras al año (aumentan hasta siete si se considera también otras fuentes de polución). En el mundo, señala el organismo de la ONU, nueve de cada 10 personas respiran un aire contaminado en mayor o menor medida.
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Este mismo año, un estudio publicado en la revista European Heart Journal liderado por investigadores de la Universidad de Maguncia (Alemania) cifró en 800.000 las muertes prematuras que, cada año se producen en Europa debido a la contaminación. Estas estimaciones, que duplican a las anteriores, representan una reducción media de dos años en la esperanza de vida para cada país.
La mayoría de estas muertes prematuras, señalaba el trabajo, se deben a las enfermedades cardiovasculares.
Precisamente la Fundación del Corazón emitió un comunicado el pasado mes de diciembre, coincidiendo con la celebración en Madrid de la Cumbre del Clima, en el que recordaba que en España la contaminación produce unas 30.000 muertes al año. Entre el 40% y el 80% de ellas, subrayaba el documento, se deben a factor cardiovascular. Los datos de la Sociedad Española de Neumología cifran en 10.000 el número de muertes prematuras anuales asociadas a la contaminación.
Las partículas en suspensión (PM10 y PM2,5) son las principales causantes de los efectos nocivos de la contaminación sobre la salud. Estas partículas, procedentes por ejemplo de los vehículos diésel o la combustión fósil, son capaces de llegar a los pulmones y al torrente sanguíneo, lo que favorece la aparición de problemas como la aterosclerosis y, en último extremo, los infartos o los ictus.
“La contaminación es un factor de riesgo cardiovascular equiparable a otros factores ya conocidos, como la hipertensión o la diabetes”, señala Bañeras
España establece en 25 microgramos/metro cúbico el valor límite de concentración anual para las PM2,5 y en 40 microgramos/metro cúbico para las PM10. La OMS rebaja estos niveles a, respectivamente, los 10 y 20 microgramos/metro cúbico.
Un estudio reciente mostró que Barcelona Valencia, Sevilla, Albacete y Toledo encabezan el ránking de ciudades con más concentración de partículas PM2,5, superando los límites fijados por la OMS. Les siguen Valladolid, Bilbao, Huesca, Madrid, Oviedo, Palma de Mallorca y San Sebastián.
De hecho, de las ciudades estudiadas, sólo cumplen con los estándares de la OMS León, Cáceres, Las Palmas, Salamanca, Vitoria, Tenerife y Burgos.
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