Las exoprótesis para los pacientes amputados de la extremidad inferior por encima de la rodilla (transfemorales) han experimentado una gran evolución tecnológica, con piernas artificiales que incluyen incluso el uso de microprocesadores. Sin embargo, la conexión de las mismas con el muñón de amputación sigue la misma “filosofía” que cuando se introdujeron en el siglo XVI: a través de un encaje protésico. El hecho de que estos encajes no estén anclados directamente al esqueleto del paciente hace que más de un 30% de los afectados presente problemas de intolerancia, de diversa índole, a estos encajes clásicos.
La osteointegración, basada en la capacidad de las células óseas para adherirse a una superficie metálica porosa, consigue evitar buena parte de esta problemática. Así se ha puesto de manifiesto en el Hospital Vall d’Hebron de Barcelona, que tiene en marcha un programa de cirugía de osteointegración en amputados femorales a través de una única intervención, lo que supone una novedad en España. Mediante esta cirugía, se inserta un implante de metal poroso al fémur remanente que sale al exterior a través de un orificio en la piel del muñón (estoma), donde se fija la pierna artificial a través de un conector universal.
“De esta forma eliminamos la necesidad de usar un encaje protésico y logramos una conexión directa de la exoprótesis con el esqueleto del paciente”, ha subrayado Pablo Corona, cirujano ortopédico de la Unidad de Patología Séptica y Cirugía Reconstructiva del centro. Este procedimiento, que ya han aplicado a tres pacientes con amputación transfemoral a causa de accidentes de tráfico y que eran intolerantes al encaje tradicional de la prótesis, “mejora de forma marcada la calidad de vida de estos pacientes, porque pueden caminar más y mejor, tienen más estabilidad, prescinden del encaje protésico y, como la prótesis va anclada directamente al hueso, la integran en su cuerpo de forma más natural, recuperando la osteopercepción, es decir, la capacidad de identificar sensaciones a través de la prótesis”. Así, los pacientes vuelven a percibir el suelo, a discernir la dureza del mismo, y a caminar mirando al frente.
Corona ha destacado las ventajas de esta cirugía en un único tiempo sobre la de dos, en la que, tras una primera intervención para la colocación del implante, se espera entre uno y dos años para lograr la osteointegración, para luego proceder a una segunda cirugía para externalizar el implante que va conectado a la prótesis. “Las ventajas de este protocolo de un solo tiempo quirúrgico, desarrollado en el Hospital Universitario Macquarie de Sidney, son la recuperación acelerada, puesto que el paciente camina sin ayudas antes de seis meses, y el menor riesgo de infección profunda”, ha subrayado el experto.
Rehabilitación intensiva
Esta cirugía de osteointegración se acompaña de un estricto programa de rehabilitación, que tiene como objetivo “mejorar la calidad de vida del paciente gracias a una mejor tolerancia a la prótesis y a una mayor habilidad y capacidad para desplazarse”, ha señalado Almudena Crespo, especialista de la Unidad de Amputados del Servicio de Medicina Física y Rehabilitación de Vall d’Hebron. La experta ha destacado que, “a pesar de tratarse de la misma prótesis, con la osteointegración desparece el encaje, y así, la restricción rígida del muslo y los puntos de intolerancia a la presión”. Además, se recorta el tiempo en la colocación y la retirada de la prótesis, que pasa de unos cinco minutos con el encaje tradicional a unos 3-5 segundos con el nuevo conector.
El proceso rehabilitador implantado en el centro recoge la experiencia del Grupo Australiano de Osteointegración, el más avanzado a escala mundial, que está basada en el tratamiento físico intensivo de potenciación muscular global (brazos, piernas y tronco), el aumento progresivo de la carga sobre la prótesis y la adquisición de un nuevo patrón de marcha, “que se consigue reeducando al paciente sobre su equilibrio y su nueva capacidad de percibir el suelo, de osteopercepción”. Aparte de la buena tolerancia subjetiva de los pacientes, los resultados objetivos a 8 meses muestran una mejoría notable en las pruebas funcionales estándar, como el test de marcha a 6 metros o el de velocidad de marcha a 10 metros.
En la sesión también ha participado Jordi Bellart, un paciente que hace 12 años sufrió una amputación transfemoral por un accidente de motocicleta. Tras ser sometido a esta cirugía de osteointegración el pasado mes de abril, se encuentra como “si me hubiera tocado la lotería, porque ahora puedo caminar y estar de pie mucho más tiempo sin que me duela la espalda, como me ocurría con el encaje protésico”. Aficionado al deporte antes del accidente, ahora se plantea volver al gimnasio “sin el temor a que se caiga la prótesis con la sudoración”, uno de los problemas típicos de los encajes, conjuntamente con las heridas y la irritación cutánea.
Extensión del procedimiento
En cuanto a la posible extensión de esta cirugía de osteointegración en solo tiempo quirúrgico –con unas 800 intervenciones en todo el mundo- al resto de amputados, Corona ha insistido en que, “por el momento”, su indicación principal es la de amputados transfemorales por causa traumática que no se adaptan al encaje tradicional, aunque ha reconocido que “es muy posible que en el futuro esta indicación se amplíe”. Pero antes de plantearse una aplicación “cosmética” del procedimiento recalcó que hay que evaluar su utilización en amputados vasculares, como los diabéticos, para los que existe una “contraindicación relativa”, debido al mayor riesgo de complicaciones y a su menor capacidad para llevar a cabo el tratamiento rehabilitador intensivo.
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