La buena noticia es que cada vez hay un mayor conocimiento y control sobre los factores implicados en la aparición de la enfermedad meningócica y que los especialistas disponen de mejores estrategias para su prevención y abordaje (gracias, fundamentalmente, al desarrollo de nuevas vacunas). La mala, que la EMI aún se sigue cobrando todos los años muchas vidas.
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